“El mensaje vital” (The Vital Message) es un ensayo, escrito por Arthur Conan Doyle. Fue publicado por primera vez en Gran Bretaña en 1919.
Conan
Doyle reflexiona sobre los horrores que se vivieron
durante su vida (guerras, masacres,) que le llevan a preguntarse si no tendrá
que ver con la búsqueda del hombre, con lo espiritual. Cuestiona a la iglesia, que bendijo el cuerpo muerto
de Leopoldo de Bélgica, pero nunca
reclamó por su maldad en los sufrimientos de los habitantes del Congo (a los que explotó). También
señala a la Rusia imperial que no
detuvo los ataques contra los judíos
en los Pogroms; y a la Turquía de principios del siglo 20, que
permitió ataques a sus diferentes comunidades.
Arthur
Conan Doyle puede haber estado dolido por la muerte
de su hijo en la Primera
Guerra Mundial, pero se nota que estuvo muy bien informado del
mundo en que vivía, de las tragedias pasadas y de los momentos históricos que
convulsionaron al mundo.
Más abajo un pequeño párrafo sobre el rey
Leopoldo de Bélgica (que, entre nosotros, no fue más que un cochino
ladrón)…
… Piensen en la condición de Rusia
durante aquel tiempo, con su brutal aristocracia y su borracha democracia…
Piensen en la figura
de Leopoldo de Bélgica, un diablo
encarnado, que por motivos de voracidad llevó adelante asesinatos y torturas… Piensen
en Turquía y las recurrentes masacres
de sus comunidades… Piensen en el cruel trabajo de las fábricas en todas partes…
Piensen en la voluptuosidad de muchos
ricos, la brutalidad de muchos pobres, la superficialidad de muchos que están
de moda, la frialdad e insensibilidad de la religión…
… Ha sido nuestro destino, entre todas las
generaciones de la humanidad, el enfrentar las más horribles calamidades que
recayeran sobre el mundo. Hay algo que no se puede negar, y no debería ser
pasado por alto, porque una importante deducción surge inmediatamente. La
deducción es que nosotros, que hemos provocado los dolores, deberemos también
aprender la lección que intentaron transmitir. Si no lo aprendemos, entonces
¿cuándo lo aprenderemos, ya que no puede haber nunca más tal preparación
espiritual para la semilla? Si nuestras almas, cansadas y torturadas durante
estos cinco terribles años de auto sacrificio y suspenso, no pueden mostrar
cambios radicales, entonces ¿qué almas responderán a un fresco influjo de
inspiración divina? En ese caso el estado de la raza humana será en verdad sin
esperanzas, y nunca habrá ninguna perspectiva de mejora.
¿Por qué fue esta tremenda experiencia forzada sobre
la humanidad? Seguramente el pensador superficial imagina que el gran Diseñador
de todas las cosas ha puesto a todo el planeta en fermento, y llevó a cada
nación al agotamiento, para mover esta o aquella frontera, o para formar alguna
combinación nueva en el caleidoscopio de naciones. No, las causas de la
convulsión son más profundas que eso. Son esencialmente religiosas, no
políticas. Yacen mucho más profundas que las peleas nacionales del día. De aquí
a mil años esos resultados nacionales pueden importar poco, pero el resultado
religioso será el que domine al mundo. Ese resultado religioso es la reforma
de la decadente cristiandad de hoy en día, su simplificación, purificación y
refuerzo por los hechos de la comunión del espíritu y del claro conocimiento de
lo que hay más allá de la muerte. El shock de la guerra significó el
elevarnos la sinceridad mental y moral, el darnos el coraje para destruir
engaños venerables, y forzar al ser humano a darse cuenta y usar la vasta nueva
revelación que ha sido claramente expresada y abundantemente probada, por todos
los que examinan los preceptos y pruebas con una mente abierta.
Consideremos las horribles condiciones del mundo
antes de que éste rayo lo golpeara. ¡Alguien podría, volviendo siglos atrás y
examinando las maldades del hombre, encontrar algo que se compare con la
historia de las naciones durante los últimos veinte años! Piensen en la
condición de Rusia
durante aquel tiempo, con su brutal aristocracia y su borracha democracia, sus
asesinatos de ambos lados, sus horrores siberianos, sus ataques a los judíos, y
su corrupción.
Piensen en la figura de Leopoldo de Bélgica, un diablo encarnado que por motivos de
voracidad llevó adelante asesinatos y torturas a través de una parte de
África, y sin embargo fue recibido en cada corte, y fue enterrado después de
una oración de un cardenal de la Iglesia Católica –una iglesia que ni
siquiera una vez elevó su voz contra su diabólica carrera.
Consideren crímenes similares en el Putumayo, donde capitalistas británicos,
sino culpables del horror, pueden al menos no ser inocentes de haberlos
ignorado por su letargo y confianza en los agentes locales.
Piensen en Turquía
y las recurrentes masacres de sus comunidades.
Piensen en el cruel trabajo de las
fábricas en todas partes, donde el trabajo asumió una
forma diferente y más antinatural que el viejo trabajo en los campos.
Piensen en la voluptuosidad de muchos
ricos, la brutalidad de muchos pobres, la superficialidad de muchos que están
de moda, la frialdad e insensibilidad de la religión,
la ausencia de algún impulso profundo, verdaderamente espiritual.
Piensen, sobre todo, en el organizado materialismo
de Alemania, la arrogancia, la
frialdad, la negación de todo lo que uno podría asociar con el espíritu vivo de
Cristo como es evidente en las
palabras de obispos católicos, como Hartmann
de Colonia, como en aquellos pastores
luteranos.
Pongan todo esto junto y digan si el ser
humano alguna vez ha presentado un aspecto más horrible.
Cuando tratamos de encontrar las cosas más brillantes son principalmente donde
la civilización, como parte de la religión, ha construido necesidades para la
comunidad, tales como hospitales, universidades, y organizó las caridades, tan
conspicuo en el Japón Budista como en la Europa cristiana. No podemos negar que
ha habido mucha virtud, mucha gentileza, mucha espiritualidad en los individuos.
Pero las iglesias fueron cascaras vacías, que no contuvieron alimento
espiritual para la humanidad y han dejado de influenciar en sus acciones,
excepto en la dirección de las formas utilitarias.
Esta no es una pintura exagerada. ¿No podemos ver,
entonces, cuál fue la razón interna de la guerra? ¿No podemos entender que fue
necesario sacudir a la humanidad de los chismes, reuniones y la adoración de la
espada, y de las borracheras de los sábados por la noche, y de los egoísmos
políticos y objeciones religiosas; despertarlos y que se den cuenta que se
paran sobre el filo de un cuchillo entre dos terribles eternidades…?
(Traducción y adaptación propia de The
Vital Message, de Arthur Conan Doyle)
Para saber
Leopoldo
de Bélgica (1835 – 1909): rey de Bélgica, explotó el Congo como una propiedad privada, usando grandes sumas de dinero de
ésta explotación para construcciones públicas y privada en Bélgica. Leopoldo extrajo
una fortuna del Congo inicialmente
con el marfil y, después con la goma, con trabajos forzados de los nativos.
A political cartoon pilloriyng Leopold´s affair with Caroline Lacroix
Leopold
was
the founder and sole owner of the Congo
Free State, a private project undertaken on his own behalf. He used
explorer Henry Morton Stanley to help
him lay claim to the Congo, an area
now known as the Democratic Republic of
the Congo. Millions of Congolese
inhabitants, including children, were mutilated, killed or died from disease
during his rule. He ran the Congo
using the mercenary Force Publique
for his personal enrichment. Failure to meet rubber collection quotas was
punishable by death. Meanwhile, the Force
Publique were required to provide the hand of their victims as proof when
they had shot and killed someone…
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Fuentes
The Vital Message, The Arthur Conan
Doyle Encyclopedia
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