Donde Basil, el artista, y Henry, su millonario
amigo, conversan en el estudio. Basil le comunica que no expondrá su retrato en
la galería.
Del autor irlandés, Oscar Wilde,
unos párrafos de El Retrato de Dorian
Gray.
El feo y el estúpido tienen lo mejor de éste mundo. Pueden sentarse cuando…
Párrafos
… —Te vas a reír de mí – respondió —pero realmente
no puedo exhibirla. He puesto demasiado de mí mismo.
Lord Henry se tendió en el diván y rió.
—Sí, sabía que te reirías, pero de todos modos es
cierto.
— Demasiado de ti mismo, ¡por dios, Basil! No sabía
que eras tan vano, y realmente no puedo ver ninguna semejanza entre tú, con tu
dura cara y el pelo negro como carbón, y este joven Adonis, que parece hecho de
marfil y hojas de rosas. Mi querido Basil, él es un narciso, y tú, bueno, por
supuesto que tienes una expresión intelectual y todo eso. Pero la belleza, la
verdadera belleza, termina donde empieza una expresión intelectual. El
intelecto es en sí mismo un modo de exageración y destruye la armonía de toda
la cara. Al momento en que uno se sienta a pensar, se convierte en todo nariz,
o todo frente, o algo horrible. Mira a los hombres exitosos en cualquiera de
las profesiones liberales. Cuán perfectamente horribles son, excepto, por
supuesto, en la iglesia. Pero en la iglesia no piensan. Un obispo sigue
diciendo a los ochenta lo que le dijeron que diga cuando era un muchacho de
dieciocho años, y como consecuencia natural siempre se ve absolutamente
delicioso. Tu misterioso joven amigo, cuyo nombre nunca me has dicho, pero cuya
imagen realmente me fascina, nunca piensa. Me siento bastante seguro de eso. Es
una criatura hermosa sin cerebro que debería estar siempre aquí en invierno,
cuando no hay flores a la vista, y siempre aquí en verano, cuando queremos algo
para enfriar nuestra inteligencia. No te hagas ilusiones, Basil, no eres en lo
más mínimo como él.
Florence Balcombe
— No me entiendes, Harry — contestó el artista. —
Desde luego que no soy como él. Lo sé. En realidad, sentiría parecerme a él. Te
digo la verdad. Hay una fatalidad acerca de toda distinción física e
intelectual. Esa clase de fatalidad que parecen cargar a lo largo de la
historia los vacilantes pasos de los reyes. Es mejor no ser diferente a
nuestros pares. El feo y el estúpido tienen lo mejor de éste mundo. Pueden
sentarse cuando quieran. Si no saben nada de las victorias están al menos
librados de saber de las derrotas. Viven como todos nosotros deberíamos
hacerlo, imperturbables, indiferentes y sin sobresaltos. No traen ruina sobre
los demás o sobre ellos mismos. Tu riqueza, Harry; mi inteligencia, mi arte,
sea lo que sea que valgan; la elegancia de Dorian Gray – todos vamos a sufrir
por lo que los dioses nos dieron, vamos a sufrir terriblemente.
— ¿Dorian Gray? ¿Ese es su nombre? – preguntó Lord
Henry, caminando por el estudio hacia Basil Hallward.
— Sí, ese es su nombre. No quería decírtelo.
— Pero, ¿por qué no?
— No lo puedo explicar. Cuando me gustan las
personas mucho, nunca digo sus nombres a otros. Es como rendir una parte de
ellos. Me acostumbré a amar el secreto. Parece ser lo único que puede hacer la
vida moderna misteriosa o maravillosa para nosotros. Lo más común es delicioso
si solo se lo esconde. Cuando salgo de la ciudad nunca les digo a las personas
donde estoy yendo. Si lo hiciera perdería todo mi placer. Es un tonto hábito,
diría, pero parece traer mucho de romance a la vida. Supongo que parezco un
tonto.
—Para nada – contestó Lord Henry – para nada, mi
querido Basil. Pareces olvidar que estoy casado y un encanto del matrimonio es
que hace del engaño algo absolutamente necesario para ambas partes. Nunca sé
dónde está mi mujer y mi mujer no sabe qué estoy haciendo. Cuando nos
encontramos, nos encontramos ocasionalmente, cuando cenamos juntos o vamos al
duque, nos contamos las más absurdas historias con las caras más serias. Mi
esposa es muy buena para esto, mucho mejor que yo. Nunca confunde las fechas y
yo siempre lo hago. Pero cuando ella me descubre no hace ningún lío. Algunas
veces quisiera que lo hiciera pero ella solo se ríe de mi… (The Picture of
Dorian Gray, de Oscar Wilde.
Traducción propia)
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