martes, 21 de mayo de 2024

Not Under Forty

Not Under Forty es un ensayo de Willa Cather, la autora de O Pioneer! y My Ántonia. Cather está en el sur de Francia (en Aix-les-Bains) donde se encuentra con una anciana que llama su atención. Es muy distinguida y habla inglés. La música, la ópera, es uno de los temas que comparten y la anciana le recomienda que no se pierda la orquesta del lugar. Cather menciona el hotel en el que alojan, Grand-Hôtel d'Aix, que forma parte de un conjunto de hoteles que se construyó en el lugar durante la Belle Époque. Imperdible lectura de la gran autora norteamericana que narra el encuentro con… Esta es la primera parte.

 

The town was endowed, from 1896 to 1908, with the Tramway d'Aix-les-Bains [fr]. Pictured here the heart of the network, at the junction of the streets of Geneva and Casino
Aix-les-Baines

Párrafos

Sucedió en Aix-les-Bains, uno de los lugares más agradables del mundo. Me alojaba en el Grand-Hôtel d'Aix. El hotel fue construido para los viajeros de hace cuarenta años, a quienes les gustaban las habitaciones y baños grandes y la tranquilidad.

En el comedor veía a menudo, en una mesa no lejos de la mía, a una anciana francesa que solía almorzar y cenar sola. Parecía muy vieja, de más de ochenta años, y algo débil, aunque en absoluto marchita ni encogida. Lo que más llamaba la atención era su hermosa cabeza, tan bien colocada sobre los hombros y de hermosa forma, que recordaba algunos de los retratos de bustos de damas romanas. Su frente era baja y recta, su nariz formaba el ángulo correcto y había algo bastante hermoso en sus sienes, algo que rara vez se ve.

Mientras la veía entrar y salir del comedor observé que estaba un poco coja y que lo ignoraba por completo: caminaba con paso rápido y corto y con gran impaciencia, con los hombros bien echados hacia atrás. Se veía que era desdeñosamente intolerante con las limitaciones de la vejez. Al pasar junto a mi mesa, a menudo me lanzaba una mirada penetrante y una media sonrisa (sus ojos eran extremadamente brillantes y claros), como si estuviera a punto de hablar.

Varias veces a primera hora de la mañana la vi salir del hotel en su coche, y cada vez su chófer bajaba y colocaba en el coche una silla de campaña, un caballete, lienzos y cajas de colores atados entre sí. Luego se dirigían hacia las montañas. Una anciana valiente, sin duda, para ir a dibujar con aquel tiempo tan caluroso, porque estábamos a finales de agosto de 1930, una de las estaciones más calurosas que Aix-les-Bains había conocido jamás. Todas las noches, después de cenar, la anciana desaparecía en el ascensor y se iba a sus habitaciones. Pero a menudo reaparecía más tarde, vestida para la ópera, y salía acompañada de su doncella.

Una noche la encontré fumando un cigarrillo en el salón donde yo había ido a escribir cartas. Era una noche muy calurosa y todas las ventanas estaban abiertas. Al verla ajustarse el chal de encaje sobre los hombros, fui a cerrar uno de ellos. Luego me habló en un inglés excelente:

—Creo que la corriente de aire sale del comedor. Si le pides al chico que cierre las puertas, no sentiremos el aire.

Encontré al muchacho y cerró las puertas. Cuando regresé, la anciana me dio las gracias, me indicó una silla a su lado y me preguntó si tenía tiempo para fumar un cigarrillo.

— ¿Vas a parar en Aix por algún tiempo? —preguntó mientras me sentaba.

Respondí que sí.

— ¿Te gusta entonces? ¿Estás tomando una cura? ¿Has estado aquí antes?

No, no estaba tomando una cura. Había estado aquí antes y había regresado simplemente porque me gustaba el lugar.

—Creo que ha cambiado menos que la mayoría de los lugares —comentó —. Vengo aquí desde hace treinta y cinco años. Además, disfruto de la música aquí. Vivo en el Sur, en Antibes. ¿Vas al Grand-Cercle? ¿Viste la actuación de Tristán e Isolda anoche?

No la había visto. Le dije que la noche me había parecido demasiado calurosa para sentarme en un teatro.

—Pero allí no hacía más calor que en cualquier otro lugar. No me sentí incómoda.

Había una reprimenda en su tono, y agregué la excusa adicional de que había pensado que los protagonistas probablemente no serían muy buenos y que me gustaba escuchar esa ópera bien cantada.

—Estuvo bastante bien —declaró —.Con Wagner no me importan tanto las voces. Lo que voy a escuchar es la orquesta. Anoche el director fue Albert Wolff, uno de nuestros mejores maestros.

Le dije que lamentaba haberme perdido la ópera.

— ¿Irás a su concierto de música clásica mañana por la tarde? Ofrecerá una magnífica interpretación de La Valse de Ravel... si te interesa la música moderna.

Me apresuré a decir que tenía intención de ir.

— ¿Pero reservaste asientos? ¿No? Entonces te aconsejo que lo hágas inmediatamente. Lo mejor aquí es disponer de plazas para todas las representaciones. No es necesario ir a todas, por supuesto, pero es lo mejor. Por las noches no hay mucho más que hacer, salvo jugar en las mesas. Además, ya casi estamos en septiembre, los días están acortándose y hace falta ir al teatro. La anciana se detuvo, frunció el ceño e hizo un gesto de impaciencia con su interesantísima mano.

— ¿Qué debería haber dicho entonces? “Lowering” no es la palabra, pero rara vez tengo la oportunidad de hablar inglés.

—Se podría decir “the days are growing shorter”, pero creo que “lowering” es una muy buena palabra.

Hablamos un poco más en esa primera ocasión. Me preguntó si había estado en Chamonix, y me aconsejó que fuera a un lugar cerca de Sallanches, donde había estado visitando a unos amigos en su camino a Aix-les-Bains… (Not Under Forty, Willa Cather. Traducción propia)

Grand-Hôtel d'Aix

Entre otros grandes edificios de Aix-les-Bains, no pueden faltar los hoteles de lujo. Sin embargo, ahora son vestigios de la Belle Époque y en su mayoría se han convertido en viviendas colectivas. Mantienen, sin embargo, sus impresionantes fachadas exteriores así como sus magistrales entradas, adornadas con la mayoría de los toldos de la época y con marquesinas de hierro forjado. Estos palacios son el Beau-site, el Grand Hotel, el Bernascon, el Splendide, el Royal y el Mirabeau, etc. Por no hablar del Astoria, que es el único gran hotel todavía en funcionamiento. Los grandes proyectos hoteleros se multiplicaron en Aix-les-Bains entre 1883 y 1914. El Gran Hotel (1858) fue construido por C-B Pellegrini con un anexo "Les Ambassadeurs" en 1877.

Artículos relacionados

Fuchs me contó que los girasoles fueron introducidos en ese país por los mormones. Que en la época de la persecución, cuando dejaron Missouri y…  Los mormones

… se están preparando para transportar en secreto un poderoso ejército a través del Mar del Norte para invadir la costa este de… El enigma de las arenas

… lo que me molestaba era cómo en esas historias el detective llegaba a resolver las cosas por suerte o… Arthur Conan Doyle

 

Esta casa, en venta en Salta, es apta para convertir en hotel, ahora que los chinos están viniendo por nuestro litio.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja aquí tus mensajes, comentarios o críticas. Serán bienvenidos