The Spanish Cockpit es un relato personal de la Guerra Civil Española escrito por Franz Borkenau y publicado a finales de 1937. Se basó en sus dos visitas a España durante la guerra civil, en agosto de 1936 y enero de 1937, en las que visitó Barcelona, Madrid, Toledo, Valencia y los frentes de Aragón y Andalucía.
Después de escribir una reseña positiva del libro,
describiéndolo como el mejor sobre la
guerra civil, George Orwell
se convirtió en amigo personal del autor.
Más abajo ponemos unos párrafos del libro, que se puede leer en inglés en el link al final. Qué libro interesante. Fijáte…
Comunistas disparando al Monumento al Sagrado Corazón, Cerro de los Ángeles, publicada en el Daily Mail, 1936 |
Prefacio
El material principal de este libro deriva de dos
viajes a la España republicana. Traté de viajar al campo de Franco también pero
no tuve éxito…
Párrafos
5 de agosto, 6 pm, en el tren de Port Bou a
Barcelona.
A pesar de muchos rumores en contrario el tren
francés, como siempre, cruzó la frontera y fue a Port Bou. Y allí las cosas,
lejos de estar feas, como todos habían anunciado, estaban pacíficas al punto de
parecer un juego.
En el tren desde Toulouse me había hecho amigo de un
inglés que estaba yendo a España como parte de una de las organizaciones
socialistas británicas.
No sabía nada de español por lo que me ofrecí para
actuar como su intérprete y decidimos viajar juntos. Fuimos recibidos, en la
estación de Port Bou, no por una banda armada apuntando sus bayonetas al pecho,
como casi había esperado después de los tontos rumores en Londres y París, pero
por un portero que se ofreció a llevar nuestras valijas con tanta cortesía y
haciéndolo de forma tan perezosa como podía esperarse de un español en tiempos
de paz. Tuvimos que esperar por horas, lo que no era una nueva experiencia para
mí, conociendo al país en tiempos de paz, y allí en el hall en donde estábamos
esperando, se sentaban docenas de paisanas charlando pacíficamente sin
mencionar siquiera la revolución. Estaban los usuales guardias armados. Jóvenes
en sus ropas civiles. Uno de ellos conversaba con nosotros cuando fue llamado
aparte, no para realizar ninguna actividad específica revolucionaria sino para
buscar leche para un crio.
Aun así había signos de eventos críticos y de
problemas sociales y políticos. De un viaje anterior a Cataluña sabía que los
catalanes aunque usualmente sabían el español estándar odiaban hablarlo. Si un
extranjero les hablaba en español respondían en francés, o lo que ellos
pensaban era francés o con una maldición en catalán que ningún extranjero
entendía. Así había sido bajo Primo. Ahora cada pregunta en español obtenía una
respuesta en español y cuando les preguntaba cómo es que ahora hablaban español
respondían que no tenían por qué odiar el español ya que a Cataluña se le había
garantizado sus derechos en 1931.
Otro cambio, más importante, databa de hace unos días. Cuando nuestros pasaportes fueron examinados fuimos enfrentados con una extraña distribución de poder administrativo, un resultado práctico de la guerra civil. La policía de Barcelona, como nos habían dicho en el lado francés, había ordenado a la policía de la frontera no dejar entrar a ningún extranjero, aun con visas regulares. Mi compañero inglés tenía sus documentos como delegado de una organización socialista y yo tenía una carta de recomendación de un socialista español bien conocido. Cuando los oficiales en el control de pasaportes nos dijeron que no podían dejarnos entrar mostramos nuestras credenciales con el resultado que los oficiales de policía en seguida declararon su incompetencia. Teníamos que ir al “comité” que en casos como este tenía competencia.
Había en realidad dos comités en Port Bou, uno para
la estación de trenes y otro para el pueblo. El primero compuesto por
representantes del CNT (anarquista) y del UGT (socialistas).
Fuimos a la oficina del comité del pueblo que se
localizaba en el ayuntamiento del pueblo, al lado de la municipalidad y de la
policía. Fuera del edificio flotaba una gran bandera roja, con la hoz y el
martillo. La atmosfera no era demasiada agitada en el interior. Solo algunas
paisanas que esperaban por sus trámites. Mucha charla y poca excitación.
Después de cinco minutos nos introdujeron al presidente del comité, presentamos
nuestras credenciales, obtuvimos su permiso para cruzar la frontera y con ellas
volvimos a la policía, que con caras agrias estamparon nuestros pasaportes.
Entramos al país de la revolución en un tren de los más pacíficos, en primera
clase y en horario. Algunos milicianos y guardias armados viajaban en el tren y
algunos lo patrullaban. El campo parecía pacífico y las mayorías de las
fábricas estaban trabajando. En el tren había conversaciones políticas. Los
guardias eran muy reservados, apenas les gustaba la posición a la que habían
sido llevados, peleando al lado de guardias armados, contra los militares. Les
pregunté a uno de ellos que porque se habían aliado a la izquierda y obtuve la
respuesta característica: “Teníamos nuestras órdenes, nosotros no somos
políticos”. Los civiles eran menos resistentes a hablar. Había un grupo de
cuatro en nuestro compartimiento dispuesto a contar a los extranjeros sus
experiencias sobre los días de lucha y la actual situación. Uno de ellos era un
secretario de Esquerra, el otro un socialista activo. Sus puntos de vista eran
indistintos. Parecían preocuparse principalmente por una sola cosa, el peligro
de los anarquistas.
¡Elementos criminales, saqueando y quemando!
Obviamente no tenían la intención de hacer ver las
cosas mejor a los extranjeros. Pronto, consideraron, se desataría una guerra
entre los anarquistas y la Generalitat. Era peligroso porque los anarquistas
eran fuertes. Se veían preocupados hablando del futuro. Sus ojos brillaban, sin
embargo, cuando hablaban sobre el 16 de julio y la gloria de su victoria sobre
los generales. Preguntamos que había ocasionado una victoria tan rápida. En
parte se debía a que el general Godet había sido capturado en una etapa
temprana de la revuelta y había consentido hacer que su tropa se rindiera a
través del telégrafo. Pero una gran parte de este ejército simplemente había
abandonado las armas y se habían marchado a casa al descubrir que sus oficiales
no estaban actuando a las órdenes del gobierno sino que se había levantado en
su contra.
11 p.m. Barcelona
De nuevo una llegada pacífica. Sin taxis, en su
lugar carros tirados por caballos para llevarnos al pueblo. Y entonces cuando
doblamos en las Ramblas una tremenda sorpresa, ante nuestros ojos se
desenvolvió la revolución. Trabajadores armados, rifles en su hombros, pero
vistiendo ropas civiles. Tal vez el 30 por ciento de los hombres en las Ramblas
estaba llevando rifles aunque no había policías ni militares regulares en
uniforme. Muy pocos de estos nuevos proletarios vestían los nuevos uniformes
azul oscuro de la milicia. Hacían guardia en hoteles y edificios o manejaban
autos incautados con los nombres de sus organizaciones. No se veían burgueses
por ningún lado. Ni mujeres en trajes de moda ni señoritos en las Ramblas… (The
Spanish cockpit: an eye-witness account of the political and social conflicts
of the Spanish Civil War, Franz Borkenau, traducción propia.)
Portbou, en la provincia de Girona |
El autor
Franz
Borkenau (fallecido en 1957) fue un escritor austríaco. Borkenau nació en Viena,
Austria, hijo de un funcionario público. Como estudiante universitario en Leipzig, sus principales intereses eran el marxismo y el psicoanálisis. Borkenau es conocido como uno de los
pioneros de la teoría del totalitarismo.
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Fuentes
"Between
Communism and Anti-Communism: Franz Borkenau"
The Spanish cockpit: an eye-witness
account of the political and social conflicts of the Spanish Civil War,
archive.org
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