Frank Norris
se decidió sobre el proyecto para escribir “El
pulpo” en 1899 y viajó a California
para investigar sobre el tema. En los siguientes meses visitó los lugares del
incidente (la tragedia de Mussel Slough
de 1880) y trabajó en granjas cercanas para tener acceso de primera mano a la
vida de los granjeros del trigo.
Más abajo unos párrafos traducidos al castellano de El Pulpo, la novela de Frank
Norris…
¿Podemos cosechar el trigo a una ganancia legítima con una tarifa
de cuatro dólares la tonelada por moverlo doscientas millas hasta aguas
profundas con el trigo a ochenta y siete centavos? ¿Por qué no nos apuntan con
un arma y nos dicen arriba las manos y terminamos con esto?
… mientras tanto Presley había doblado en Lower
Road. Estaba en la tierra de Derrick, división número 1, o como era llamada
Home Ranch. El camino estaba mejor aquí, el polvo posicionado después del paso
del carro de agua de Hooven, y, en minutos, había llegado a la casa misma, con
su cerca blanca, sus pocas flores y su plantación de eucaliptos. Al lado de la
casa vio a Harran poniendo el rociador automático. En el porche de la casa
había dos o tres galgos, parte del grupo que se usaba para cazar liebres, y
Godfrey, el preciado galgo de Harran.La maldición de California
Presley pedaleó hasta la entrada y encontró a Harran
en el establo. Harran era el más joven de los hijos de Magnus Derrick, un joven
buen mozo de veinte tres o veinte cinco años. Había heredado el porte de su
padre y se parecía aún más en que tenía la nariz de los Derrick, prominente,
como las que uno ve en los retratos del duque de Wellington. Era rubio, y la
exposición al sol le había subido los colores de sus mejillas. El pelo tenía la
tendencia a curvarse al frente de las orejas.
Ante el Presley hacía un agudo contraste. Presley
parecía venir de un origen mixto. Como si tuviera una naturaleza más compuesta,
un temperamento más complejo. El sol había bronceado su cara hasta convertirla
en casi morena. Sus ojos eran de un marrón oscuro y su frente era la del
intelectual, amplia, que mostraba educación, no solo de él mismo sino de la
gente alrededor. La impresión transmitida por su boca y barbilla era la de una
naturaleza sensible. Los labios finos. Uno adivinaba que el refinamiento de
Presley había sido ganado por una cierta pérdida de fuerza. Se esperaba
encontrarlo nervioso, introspectivo, para descubrir que su mentalidad no era el
resultado de impresiones y sensaciones que venían a él de la nada sino de
pensamientos y reflexiones que germinaban en su interior. Aunque sensible a los
cambios físicos a su alrededor, actuaba lentamente respecto de sensaciones, no
era impulsivo, no porque fuera lento sino irresoluto. Evitaba el mal a través
del buen gusto, la falta de decisión y de oportunidad. Su temperamento era el
del poeta. Cuando se decía que había estado pensando, se engañaba a sí mismo.
Había estado solo dando vueltas a las cosas.
Dieciocho meses antes, había estado amenazado por la
tuberculosis y aprovechando la invitación de Magnus, Derrick había venido para
quedarse en el seco clima de San Joaquín por un tiempo indefinido. Tenía
treinta años y se había graduado con honores de una universidad del este, donde
se había dedicado apasionadamente al estudio de la literatura y la poesía.
Era su ambición escribir versos. Pero hasta el
momento su trabajo había sido fugitivo, efímero, una nota aquí y allá,
escuchada, apreciada y olvidada. Estaba en busca de un tema. Algo magnífico, no
sabía exactamente qué. Algo vasto, un tema tremendo, heroico, terrible…
Pero fuera lo que fuera lo que escribiera estaba
determinado a que su poema fuera del oeste, la frontera del mundo del romance,
donde una nueva raza; nuevas personas, duras, bravas y apasionadas, estaban
construyendo un imperio. Donde la vida tumultuosa corría como fuego de la
mañana a la noche, y de la noche a la mañana de nuevo; primitiva, brutal,
honesta y sin miedo. Algo había sido hecho para capturar esa vida, pero su
poeta no se había levantado todavía…
—El gobernador viene a casa —exclamó Harran —mañana
a la mañana en el tren. Quiere que me reúna con él con el grupo en Guadalajara.
Y —gritó entre dientes, mientras continuaba leyendo —perdimos el caso.
— ¿Qué caso? ¿Oh, en la cuestión de los precios?
Harran asintió, sus ojos inyectados y su cara de un
color escarlata.
—Ulsteen dio su decisión ayer —continuó, leyendo de
la carta de su padre —. Sostiene que los precios de los granos tan bajos como
los nuevos significan una confiscación de propiedad, y que en tal caso el tren
no podría operar con una ganancia legítima. Como no puede legislar en el tema,
solo puede poner los precios antiguos como estaban antes que los comisionados
hicieran el corte. Nuestro amigo S. Behrman de nuevo —añadió Harran —. Estuvo
en la ciudad todo el tiempo, y él y Ulsteen y la comisión del tren fueron tan
espesos como los ladrones. Ha estado allí toda la semana pasada, haciendo el
trabajo sucio del ferrocarril y apoyando a Ulsteen.
—Ganancia legítima, ganancia legítima —estalló —.
¿Podemos cosechar el trigo a una ganancia legítima con una tarifa de cuatro
dólares la tonelada por moverlo doscientas millas hasta aguas profundas con el
trigo a ochenta y siete centavos? ¿Por qué no nos apuntan con un arma y nos
dicen arriba las manos y terminamos con esto?
Hundió los tacos de sus botas en el suelo y se dio
la vuelta hacia la casa de repente, maldiciendo.
—A propósito —Presley gritó detrás de él —. Hooven
quiere verte. Me preguntó acerca de la idea del gobernador de trabajar sin los
arrendatarios este año. Hooven quiere quedarse para cuidar el agua y el ganado.
Le dije que te viera… (The Octopus, by Frank Norris.
Traducción propia.)
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