The
Blue Hotel es un cuento del autor norteamericano Stephen
Crane. La historia apareció por primera vez en 1898 en dos partes en Collier´s Weekly, luego en la colección The Monster and Other Stories.
Párrafos
El Palace Hotel en Fort Romper estaba pintado de un
color azul claro... Estaba solo en la pradera y cuando la nieve caía, la
ciudad, a doscientas yardas de distancia, no era visible. Pero cuando el
viajero se bajaba en la estación de ferrocarril se veía obligado a pasar por el
Palace antes de que pudiera venir sobre el conjunto de casas bajas de tablas
que componían Fort Romper, y no era de pensarse que cualquier viajero podría
pasar el Palace Hotel sin fijarse en él. Pat Scully, el propietario, había
demostrado ser un maestro de la estrategia cuando eligió sus pinturas...
Como si las mostradas delicias de tal hotel azul no
fueran lo suficientemente atractivas, era la costumbre de Scully ir cada mañana
y noche para esperar a los ociosos trenes que se detenían en Romper y ejercía
sus seducciones sobre todo hombre que pudiera ver vacilante, valija en mano.
Una mañana, cuando una máquina llena de nieve
arrastraba su larga cadena de vagones de carga y su carro de pasajeros a la
estación, Scully realizó la maravilla de capturar a tres hombres.
Uno de ellos era un sueco inestable y rápido de
ojos, con una brillante gran valija barata. Otro era un vaquero alto y
bronceado, que se dirigía a un rancho cerca de la frontera de Dakota; y el último
era un pequeño hombre silencioso que venía del este, que no lo parecía y no lo
anunciaba.
Scully prácticamente los hizo prisioneros. Era tan
ágil y alegre y amable que ellos pensaron, probablemente, que sería el colmo de
la brutalidad el tratar de escapar.
Caminaron sobre las aceras crujientes detrás del
ansioso pequeño irlandés. Llevaba un gorro de piel pesada apretado con fuerza
sobre su cabeza. Esto provocaba que sus dos orejas rojas sobresalieran
rígidamente, como si estuvieran hechas de hojalata.
Por fin Scully, elaboradamente, con bulliciosa
hospitalidad, los condujo a través de los portales del hotel azul. La
habitación a la que entraron era pequeña. Parecía ser simplemente un templo
para una enorme estufa, la cual, en el centro, canturreaba con una violencia
divina. En varios puntos en su superficie el hierro se había convertido en
luminoso y brillaba amarillo por el calor.
Al lado de la estufa el hijo de Scully, Johnnie,
jugaba High-Five con un viejo granjero que tenía bigotes tan grises como la arena.
Estaban discutiendo. Con frecuencia, el viejo granjero volvía la cara hacia una
caja, marrón por el tabaco, que estaba detrás de la estufa, y escupía con un
aire de gran impaciencia e irritación.
Con floridas palabras Scully paró el juego de
cartas, y apresuró a su hijo escaleras arriba con parte del equipaje de los
nuevos huéspedes. Él mismo los condujo a tres fuentes del agua más fría en el
mundo. El vaquero y el hombre del este se frotaron tanto a sí mismos que
quedaron rojos con esta agua, hasta que parecían ser una especie de pulidores
de metales. El sueco, sin embargo, simplemente sumergió sus dedos con cuidado y
con temor. Era notable que a través de esta serie de pequeñas ceremonias los
tres viajeros hicieran sentir que Scully era muy benévolo. Les confería grandes
favores. Pasó la toalla de uno a otro con un aire de impulso filantrópico.
Después fueron a la primera habitación, y,
sentándose sobre la estufa, escucharon el oficioso clamor de Scully a sus
hijas, que estaban preparando la comida del mediodía. Ellas se mantuvieron en
silencio frente a los hombres. Sin embargo, el viejo granjero, sin moverse,
invisible en su silla cerca de la parte más caliente de la estufa, volvía la
cara de la caja de aserrín con frecuencia y se dirigía a los extraños con
preguntas comunes.
Por lo general, fue respondido con frases cortas
pero suficientes, por el vaquero o el hombre del este. El sueco no dijo nada.
Parecía estar ocupado en hacer estimaciones furtivas de cada hombre en la
habitación. Uno podría haber pensado que tenía el sentido de la sospecha tonta
que viene de la culpa. Parecía un hombre muy asustado.
Más tarde, en la cena, habló poco, dirigiéndose
totalmente a Scully. Contó que había venido de Nueva York, donde durante diez
años había trabajado como sastre. Estos hechos parecían ser fascinantes para
Scully, quién después contó que había vivido en Romper durante catorce años. El
sueco le preguntó sobre los cultivos y el precio del trabajo. Parecía apenas
escuchar las extendidas respuestas de Scully. Sus ojos parecían pasearse de un
hombre al otro.
Por último, con una sonrisa y un guiño, dijo que
algunas de estas comunidades del oeste eran muy peligrosas; y después de su
declaración estiró sus piernas debajo de la mesa, inclinó la cabeza y se rio de
nuevo, en voz alta. Estaba claro que lo dicho no tenía ningún significado para
los demás. Lo miraron con curiosidad y en silencio.
A medida que los hombres se amontonaron en la parte
delantera de las piezas, las dos pequeñas ventanas presentaron la vista de un
mar de nieve. Los enormes brazos del viento hacían intentos, poderosos,
circulares, e inútiles, por abrazar los copos de nieve al pasar, veloces... Con
voz fuerte Scully anunció la presencia de una tormenta de nieve. Los huéspedes
del hotel azul, prendiendo sus pipas, asintieron con gruñidos de perezosa
satisfacción masculina... Johnnie, hijo de Scully, en un tono que definía su
opinión acerca de su habilidad como jugador de cartas, desafió al viejo
granjero del bigote gris y arena a un juego de High-Five. El agricultor accedió
con una burla despectiva y amarga. Se sentaron cerca de la estufa, y
enfrentaron a sus rodillas debajo de una mesa ancha. El vaquero y el hombre del
este observaron la partida con interés. El sueco se mantuvo cerca de la
ventana, a distancia, pero con un semblante que mostraba signos de una emoción
inexplicable.
El juego de Johnnie y el de la barba gris terminó
repentinamente por otra pelea. El anciano se levantó mientras echaba una mirada
de acalorado desprecio a su adversario. Se abrochó el abrigo lentamente, y
luego se marchó con fabulosa dignidad de la habitación. En el discreto silencio
de todos los demás hombres, el sueco se rio. Su risa sonó algo infantil. Los
hombres ya habían empezado a mirarlo con recelo, como si quisieran saber que lo
aquejaba.
Un nuevo juego se formó jocosamente. El vaquero se
ofreció para convertirse en la pareja de Johnnie, y todos se volvieron a
preguntar al sueco si haría pareja con el pequeño hombre del este. Él hizo
algunas preguntas sobre el juego, y, al saber que el juego tomaba muchos
nombres, y que lo había jugado antes bajo otro nombre, aceptó la invitación. Se
dirigió hacia los hombres con nerviosismo, como si se esperara ser asaltado.
Por último, sentado, miró a cada uno y se rio con estridencia. Esta risa era
tan extraña que el hombre del este alzó la vista rápidamente, el vaquero se
acomodó en el asiento con la boca abierta y Johnnie se detuvo, sosteniendo las
cartas con los dedos tiesos... (Párrafos de The Blue Hotel, de Stephen
Crane)
Collier´s Weekly Magazine, 1898
La historia
The
Blue Hotel es tal vez la más leída de todas las historias en
la colección The Monster and Other
Stories, y mientras parece, en la superficie, ser una historia directa
sobre un hombre que se mete en problemas, hay varios temas complejos que se
pueden sobreentender en el cuento.
Artículos relacionados
… elegí dos cuentos que me parecieron dignos de leer
entre ayudar en la cocina, cortar el pasto del jardín y renegar contra los
políticos corruptos. Uno de ellos fue… Cuentos
en Ingles
Las casas fueron adaptadas para la clase obrera a
medida que las ciudades se… Conventillos
… viven en la miseria (en un pensionado), los niños
son golpeados y abusados y no tienen… Maggie:
A Girl of the Streets
Recursos
The
Blue Hotel, to listen to the story in Librivox.
The
Blue Hotel, to read the story online.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tus mensajes, comentarios o críticas. Serán bienvenidos