viernes, 16 de noviembre de 2012

The Scarlet Letter

The Scarlet Letter (La letra escarlata) es una obra de Nathaniel Hawthorne, que podemos leer totalmente gratis, en inglés, en Project Gutenberg.

Las vecinas se quejan de la falta de severidad de las autoridades antes la ofensa de Hester (el adulterio). “Deberían haber marcado con un hierro candente su cuerpo” para que aprenda. Hester sale de la cárcel con su niño en brazos. Lleva una letra A, bordada en su vestido. La joven mira a su alrededor. Es alta y hermosa y sostiene la mirada de los presentes.

En vocabulario buscamos pang y para saber sobre los puritanos.

 

Lyric Theatre advertisement for film adaptation of The Scarlet Letter, July 7, 1917.
Propaganda del film "The Scarlet Letter", 1917

Párrafos

… —Buenas señoras —dijo una mujer de cincuenta años, poco atractiva— les diré lo que pienso —. Sería de gran beneficio público si nosotras, las mujeres, que somos de edad madura y miembros de la iglesia con buena reputación, tuviéramos que encargarnos de una delincuente como esta Hester Prynne. ¿Qué piensan ustedes, amigas? Si la puta se presentara para ser juzgada ante nosotras cinco, que ahora estamos aquí en un lío, ¿recibiría una sentencia como la que han dictado los venerables magistrados? ¡Claro que no!

—Se dice —dijo otra— que el reverendo Dimmesdale, su piadoso pastor, se toma muy a pecho que semejante escándalo haya caído sobre su congregación.

—Los magistrados son caballeros temerosos de Dios, pero excesivamente misericordiosos. Eso es verdad —añadió una tercera matrona otoñal. —Como mínimo, deberían haberle puesto a Hester Prynne la marca de un hierro candente en la frente. Te lo aseguro, Madame Hester se habría conmovido. Pero a ella, a esa maldita, ¡poco le importará lo que le pongan en el corpiño del vestido! ¡Puede cubrirlo con un broche o algún adorno pagano parecido y así caminar por las calles tan valiente como siempre!

 

… let her cover the mark as she will, the pang of it will be always in her heart…

 

—Ah, pero —intervino más suavemente una esposa joven que llevaba a un niño de la mano—que cubra la marca como quiera, el dolor estará siempre en su corazón.

— ¿Qué hablamos de marcas, en el corpiño de su vestido o en la piel de su frente? —gritó otra mujer, la más fea y la más despiadada de aquellas autoproclamadas jueces—. Esta mujer nos ha avergonzado a todos y debería morir. ¿No hay una ley para ello? En verdad que la hay, tanto en las Escrituras como en los estatutos. Entonces, que los magistrados, que han dejado sin efecto la ley, se agradezcan si sus propias esposas e hijas van por mal camino.

— ¡Ten piedad de nosotros, buena mujer! —exclamó un hombre entre la multitud—. ¿No hay virtud en la mujer, salvo la que surge de un sano temor a las ejecuciones? ¡Esa es la palabra más dura hasta ahora! ¡Callen, chismosas, porque la cerradura está girando en la puerta de la prisión y ahí viene la propia señorita Prynne!

En la puerta de la cárcel, abierta de par en par, apareció, como una sombra negra que saliera a la luz del sol, la severa y dura presencia del funcionario municipal, con una espada al cinto y su bastón de mando en la mano. Este personaje prefiguraba y representaba en su aspecto toda la deprimente severidad del código de leyes puritano, que le correspondía administrar en su aplicación final y más estricta al delincuente. Extendiendo el bastón oficial con la mano izquierda, apoyó la derecha sobre el hombro de una joven, a la que atrajo hacia sí hasta que, en el umbral de la puerta de la prisión, ella lo rechazó con un gesto marcado por la dignidad natural y la fuerza de su carácter, y salió al aire libre como por voluntad propia. Llevaba en brazos a un niño, un bebé de unos tres meses, que apartaba su carita de la luz demasiado viva del día, porque su existencia, hasta entonces, sólo le había permitido conocer el crepúsculo gris de una prisión o de otra habitación oscura de la prisión.

Cuando la joven, la madre de aquel niño, se presentó ante la multitud, su primer impulso pareció ser el de estrechar al niño contra su pecho, no tanto por un impulso de afecto maternal, sino para ocultar un símbolo que había sido creado o fijado en su vestido. Sin embargo, al instante, juzgando sabiamente que un símbolo de su vergüenza no serviría más que para ocultar otro, tomó al bebé en brazos y, con un rubor ardiente, pero con una sonrisa orgullosa y una mirada que no se avergonzaba, miró a su alrededor, a los habitantes de su ciudad y a sus vecinos. En el pecho de su vestido, en una fina tela roja, rodeada de un elaborado bordado y fantásticos adornos de hilo de oro, aparecía la letra A. Estaba hecha de manera tan artística y magnífica exuberancia de fantasía, que tenía todo el efecto de una última y apropiada decoración para el atuendo que llevaba, y que era de un esplendor acorde con el gusto de la época, pero mucho más allá de lo que permitían las regulaciones suntuarias de la colonia.

La joven era alta, con una figura de perfecta elegancia. Tenía un cabello oscuro y abundante, tan brillante que reflejaba la luz del sol con un destello; y un rostro que, además de ser hermoso por la regularidad de sus rasgos y la riqueza de su tez, tenía el atractivo propio de una frente marcada y unos ojos negros y profundos. También era una dama, al estilo de la gentileza femenina de aquellos días Y nunca Hester Prynne había parecido más elegante, en la antigua interpretación del término, que cuando salió de la prisión. Quienes la habían conocido antes y esperaban verla oscurecida por una nube desastrosa, se quedaron asombrados e incluso sobresaltaron al ver cómo su belleza brillaba y convertía en un halo la desgracia y la ignominia en que estaba envuelta… (Paragraphs from The Scarlet Letter, by Nathaniel Hawthorne)

Vocabulario

Pang: a sudden feeling of mental or emotional distress.

He has suffered little in the course of the action, though he has experienced the pangs of the unthinking and the selfish.

Para saber

Los puritanos fueron protestantes ingleses en el siglo 16 y 17 que buscaban separar a la Iglesia de Inglaterra las prácticas católicas. Buscaban la conformidad de las enseñanzas de la biblia hasta en el más pequeño detalle. Creían que el hombre existía para la gloria de Dios, que la primera consigna del hombre era cumplir con la voluntad de Dios para recibir la felicidad venidera.

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Fuentes

Puritans, Wikipedia

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