jueves, 23 de abril de 2015

La Señora Bovary

Charles siente atracción por Emma, una hermosa joven que viste delicadamente y ha recibido una buena educación en el convento. De la novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert…

… Charles bajó a la sala de la planta baja. Los cuchillos, tenedores y vasos de plata fueron puestos para dos en una pequeña mesa a los pies de una cama enorme que tenía un dosel de algodón estampado con figuras que representaban a los Turcos. Había olor a raíz de iris y hojas húmedas que escapaban de un arcón de roble grande frente a la ventana. En el suelo, en las esquinas, había sacos de harina en filas. Estos eran parte del exceso del granero vecino, al que se accedía a través de tres escalones de piedra. A modo de decoración, colgando de un clavo de la pared, cuya pintura verde se salvaba de los efectos del salitre, estaba una cabeza en crayón de Minerva en marco de oro, debajo de la cual estaba escrito en letras góticas "A mi querido papá”.
Primero se habló del paciente, luego del tiempo, del gran frío, de los lobos que infestaban los campos por la noche.
A Mademoiselle Rouault no le gustaba el campo, sobre todo ahora que tenía que cuidar de la granja casi sola. Como la habitación estaba fría, ella se estremecía mientras comía. Mostró algo de sus labios carnosos, que tenía la costumbre de morder cuando estaba en silencio.
Su cuello se destacaba a través del vestido blanco. Su cabello, cuyos dos pliegues negros parecían cada uno de una sola pieza, era tan suave, se separaba en el medio de una línea delicada que se curvaba ligeramente con la curva de la cabeza y sólo mostraba la punta de la oreja. Se unía detrás en un moño, con un movimiento ondulado en las sienes, que el médico rural veía ahora, por primera vez en su vida. La parte superior de la mejilla era de color rosa. Tenía, como un hombre, entre dos botones de su blusa, unas gafas de carey.

Cuando Charles, después de despedirse de Rouault, regresó a la habitación antes de salir, la encontró de pie, con la frente contra la ventana, mirando hacia el jardín, donde los puntales de frijol habían sido derribados por el viento. Ella se dio la vuelta. "¿Buscas algo?" preguntó.
"Mi látigo" respondió.
gustave flaubert
Gustave Flaubert
Él empezó a rebuscar en la cama, detrás de las puertas, debajo de las sillas. Se había caído al suelo, entre los sacos y la pared. Mademoiselle Emma lo vio, y se inclinó sobre los sacos de harina.
Charles, por cortesía, extendió su brazo. Al estirarse su pecho rozó la espalda de la joven delante de él. Ella se irguió, escarlata, y lo miró por encima del hombro mientras le entregaba su látigo.
En lugar de regresar a Bertaux en tres días, como había prometido, regresó al día siguiente. A continuación, regularmente dos veces por semana, sin contar las visitas que realizaba de vez en cuando como por accidente.
Todo, además, había salido bien. El paciente evolucionó favorablemente y cuando, al final de cuarenta y seis días, el viejo Rouault fue visto tratando de caminar solo, el señor Bovary comenzó a ser visto como un hombre de gran capacidad. Rouault dijo que no podría haber sido curado mejor por el primer médico de Yvetot o incluso de Rouen.
En cuanto a Charles, no se detuvo a preguntarse por qué era un placer ir a Bertaux. Si lo hubiera hecho lo habría atribuido a su celo por la importancia del caso o tal vez al dinero que esperaba hacer. Sin embargo ¿era por esto que sus visitas a la granja eran una excepción a las aburridas ocupaciones de su vida? En estos días se levantaba temprano, partía al galope, se limpiaba sus botas en la hierba y se ponía los guantes negros antes de entrar. Le gustaba ir al patio y al empujar la reja, escuchar cantar al gallo y ver los chicos correr a su encuentro. Le gustaba el granero y los establos. Le gustaba el tío Rouault, quien apretaba su mano y lo llamaba su salvador. Le gustaban los pequeños zapatos de madera de la señorita Emma que la hacían verse un poco más alta y, cuando ella caminaba delante de él, las suelas de madera golpeaban rápidamente con un sonido agudo contra el cuero de sus botas.
Ella siempre lo acompañaba al primer peldaño de la escalera… (Párrafos del capítulo 5 de Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Traducción propia)

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De la web
Madame Bovary. Globe Radio adaptation. 


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