Charles siente atracción por Emma, una hermosa joven
que viste delicadamente y ha recibido una buena educación en el convento.
De la novela Madame
Bovary, de Gustave
Flaubert, traducimos unos párrafos de la novela. Se la puede leer
en inglés, totalmente gratis.
Le gustaban los pequeños zapatos de madera de la señorita Emma que la hacían verse un poco más alta y, cuando ella caminaba delante de él, las suelas de madera golpeaban…
Párrafos
… Charles bajó a la sala de la planta baja. Los
cuchillos, tenedores y vasos de plata fueron puestos para dos en una pequeña
mesa a los pies de una cama enorme que tenía un dosel de algodón estampado con
figuras que representaban a los Turcos. Había olor a raíz de iris y hojas
húmedas que escapaban de un arcón de roble grande frente a la ventana. En el
suelo, en las esquinas, había sacos de harina en filas. Estos eran parte del
exceso del granero vecino, al que se accedía a través de tres escalones de piedra.
A modo de decoración, colgando de un clavo de la pared, cuya pintura verde se
salvaba de los efectos del salitre, estaba una cabeza en crayón de Minerva en
marco de oro, debajo de la cual estaba escrito en letras góticas "A mi
querido papá”.
Primero se habló del paciente, luego del tiempo, del
gran frío, de los lobos que infestaban los campos por la noche.
A Mademoiselle Rouault no le gustaba el campo, sobre
todo ahora que tenía que cuidar de la granja casi sola. Como la habitación
estaba fría, ella se estremecía mientras comía. Mostró algo de sus labios
carnosos, que tenía la costumbre de morder cuando estaba en silencio.
Su cuello se destacaba a través del vestido blanco.
Su cabello, cuyos dos pliegues negros parecían cada uno de una sola pieza, era
tan suave, se separaba en el medio de una línea delicada que se curvaba
ligeramente con la curva de la cabeza y sólo mostraba la punta de la oreja. Se
unía detrás en un moño, con un movimiento ondulado en las sienes, que el médico
rural veía ahora, por primera vez en su vida. La parte superior de la mejilla
era de color rosa. Tenía, como un hombre, entre dos botones de su blusa, unas
gafas de carey.
Cuando Charles, después de despedirse de Rouault,
regresó a la habitación antes de salir, la encontró de pie, con la frente
contra la ventana, mirando hacia el jardín, donde los puntales de frijol habían
sido derribados por el viento. Ella se dio la vuelta.
— ¿Busca algo? —preguntó.
—Mi látigo —respondió.
Él empezó a rebuscar en la cama, detrás de las
puertas, debajo de las sillas. Se había caído al suelo, entre los sacos y la
pared. Mademoiselle Emma lo vio, y se inclinó sobre los sacos de harina.
Charles, por cortesía, extendió su brazo. Al
estirarse su pecho rozó la espalda de la joven delante de él. Ella se irguió,
escarlata, y lo miró por encima del hombro mientras le entregaba su látigo.
En lugar de regresar a Bertaux en tres días, como
había prometido, regresó al día siguiente. A continuación, regularmente dos
veces por semana, sin contar las visitas que realizaba de vez en cuando como
por accidente.
Todo, además, había salido bien. El paciente
evolucionó favorablemente y cuando, al final de cuarenta y seis días, el viejo
Rouault fue visto tratando de caminar solo, el señor Bovary comenzó a ser visto
como un hombre de gran capacidad. Rouault dijo que no podría haber sido curado
mejor por el primer médico de Yvetot o incluso de Rouen.
En cuanto a Charles, no se detuvo a preguntarse por
qué era un placer ir a Bertaux. Si lo hubiera hecho lo habría atribuido a su
celo por la importancia del caso o tal vez al dinero que esperaba hacer. Sin
embargo ¿era por esto que sus visitas a la granja eran una excepción a las
aburridas ocupaciones de su vida? En estos días se levantaba temprano, partía
al galope, se limpiaba sus botas en la hierba y se ponía los guantes negros
antes de entrar. Le gustaba ir al patio y al empujar la reja, escuchar cantar
al gallo y ver los chicos correr a su encuentro. Le gustaba el granero y los
establos. Le gustaba el tío Rouault, quien apretaba su mano y lo llamaba su
salvador. Le gustaban los pequeños zapatos de madera de la señorita Emma que la
hacían verse un poco más alta y, cuando ella caminaba delante de él, las suelas
de madera golpeaban rápidamente con un sonido agudo contra el cuero de sus
botas.
Ella siempre lo acompañaba al primer peldaño de la
escalera… (Párrafos del capítulo 2 de Madame
Bovary, de Gustave Flaubert. Traducción propia)
Para saber
Gustave
Flaubert (1821 - 1880) fue un influyente autor francés, tal vez el exponente máximo del
realismo literario en su país. Es
conocido especialmente por su primera novela publicada, Madame Bovary, por su Correspondence,
y por su devoción a su estilo.
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