¿Una historia del diablo? ¿A quién se le ocurriría escribir algo así? Pues a nadie más y a nadie menos que a nuestro conocido Daniel Defoe, autor también de Robinson Crusoe, aquel librito que tanto disfrutamos con las aventuras del desafortunado marinero. La historia del diablo es una excelente opción para leer y escapar de la horrible situación económica y política de Argentina, y también para espiar en la mentalidad de los británicos del siglo 18. A disfrutar.
En vocabulario
encontramos bona fide.
Es él quien ha suscitado en las potencias y los príncipes cristianos de Europa el antojo de correr, como insensatos, tras los turcos y los sarracenos, y hacer más de mil leguas de camino para ir a inquietar a pueblos inocentes…
Ricardo Corazón de León |
Generalidades
La
historia política del diablo (The Political History
of the Devil) es un libro de 1.726 de Daniel
Defoe.
La opinión general de los eruditos es que Defoe realmente pensaba en el diablo
como un participante en la historia mundial. Dedica algún tiempo a analizar El paraíso perdido de John Milton y a explicar por qué lo
considera inexacto.
Su punto de vista es el de un presbiteriano del
siglo XVIII: culpa al diablo por las Cruzadas y lo ve como alguien cercano a las potencias católicas de Europa. Esto
expresa el anti catolicismo de Defoe. El libro fue prohibido por la Iglesia Católica Romana.
Párrafos
No dudo de que el título de este libro asombre en
principio a mis lectores. Quizá se detengan en él un poco, ni más ni menos como
podrían hacerlo ante el libro de magia de una encantadora, permanecerán un rato
dudando si deben leerlo o no, ante el temor de que leyendo la Historia del Diablo le evoquen
verdaderamente.
A los niños y a las viejas se les ha dicho tantas
cosas espantosas del Diablo, se han forjado de él ideas tan horribles, figuras
tan monstruosas, que serían capaces de asustarle, si él se encontrase en la
oscuridad y se presentara a sí mismo bajo las diferentes formas que de él ha
inventado la imaginación del hombre; pero, por otra parte, no creo que
pareciera tan espantoso si se pudiera conversar con él cara a cara.
Es, pues, seguramente, una obra muy útil, la de
ofrecer la verdadera historia de ese tirano del aire, de ese dios del mundo, de
ese terror y esa aversión del género humano, que se llama Diablo. De hacer ver
lo que es y lo que no es, dónde está y dónde no está, cuándo está en nosotros y
cuándo no lo está; pues yo no podría dudar de que el Diablo no esté realmente,
y en buena fe, en buen número de nuestros Espíritus débiles, aunque honestos,
sin que ellos se den cuenta…
Como parece que me dispongo a hablar favorablemente
de Satanás en este tratado, a hacerle justicia, y a escribir su historia
imparcialmente, quizá se espere verme decir de qué religión es; y aún la
cuestión no sería tan ridícula como podría parecer a primera vista. Es cierto
que Satanás tiene una brillante religión, y a este respecto no es un Diablo completamente
inútil, como algunos podrían suponer; pues aunque por razón a la veneración que
tengo hacia mis hermanos, no le coloco en el número de los Eclesiásticos, ni
siquiera le reconozco como un hermano que tiene una vocación, no sabré negar,
sin embargo, que reza a menudo; y si no lo hace en favor de sus oyentes, tanta
culpa es de ellos como escasa la intención de él.
Es cierto que se ha querido decir que recibió las órdenes
y que cierto Papa, famoso por la amistad extraordinaria que le concedía, le ha
dado la institución y la inducción; pero como no existen datos que hagan
mención de ello y, por consecuencia, no se puede probar con documentos auténticos,
no aceptaré el caso como verdadero, pues me disgustaría calumniar al Diablo de
cualquier modo.
Preténdese también, y tengo el humor de creerlo, que
ha tenido relación muy estrecha con el Santo Padre, el Papa Silvestre II.
Incluso hay gentes que le acusan de haber hecho las veces del Papa Hildebrando
en una ocasión extraordinaria, y de haber estado sentado en la silla apostólica
en plena congregación; pero ya hablaré de ello más adelante, con más amplitud.
Por lo demás, como yo no encuentro al Papa Diabolus en la lista que ha hecho el
padre Platine en su Vidas de los Papas, dejo la cuestión tal como está.
Para llegar al fin, que es, ciertamente, materia muy
delicada, quiero decir, para saber de qué religión es el Diablo, voy a dar una
respuesta en general, ciertamente, pero sin ambigüedad, porque me gusta hablar positivamente
y demostrar lo que digo.
I. Es un creyente. —Si de esta suposición se deduce
que el propio Diablo tiene más religión que la que se puede conceder hoy a
algunos de nuestros personajes distinguidos.
II. Teme a Dios. —La historia sagrada nos
proporciona tantos testimonios de esta verdad, que podría decir que está
suficientemente probada, si no hablara yo ahora a una clase de infieles que
recusan el testimonio de lo que se llama Escritura; pero espero hacer ver, en
el curso de este tratado, que el Diablo teme verdaderamente a Dios y que le
teme de una manera muy distinta a como le ha temido San Francisco o San
Dunstan; y después de haber probado esta tesis, como oso jactarme de ello, cada
uno podrá juzgar cuál de los dos es el mejor cristiano: el Diablo, que teme y
que tiembla, o nuestra nobleza moderna de…, que no cree ni en Dios ni en el Diablo.
Después de haber llevado así al Diablo al rebaño de
la iglesia, voy a dejarle ahí por ahora; pero esto no quiere decir que no desee
examinar por orden qué papistas o protestantes, y entre estos últimos los luteranos
o los calvinistas, tienen más derecho a su fraternidad; y, descendiendo así a
todas las iglesias, siguiendo sus diferentes denominaciones, examinar cuáles
tienen, más o menos, el Diablo en ella, e inquirir si el Diablo no tiene, en
realidad, su sitio en cada sinagoga, su banco en cada Iglesia, su lugar en cada
cátedra y su voz en cada sínodo, llegando desde el Sanedrín de los judíos hasta
nuestros amigos de…
… Es él quien ha suscitado en las potencias y los príncipes
cristianos de Europa el antojo de correr, como insensatos, tras los turcos y
los sarracenos, y hacer más de mil leguas de camino para ir a inquietar a
pueblos inocentes, únicamente porque habían entrado en la herencia de Dios,
cuando ellos la habían abandonado, y porque habían ido a pacer en una tierra
que Dios había reducido al pasturaje y que ellos habían dejado abierta al
primer llegado. Es el Diablo el que ha gastado los tesoros de las naciones y el
que ha embarcado a los reyes y a sus súbditos para llevar la guerra a un país
alejado de ellos, como acabo de decir, más de mil leguas. Es él quien ha
llenado sus cabezas de esta locura religiosa, que antes se consideraba como
santo celo, para tratar de recobrar la Tierra Santa, los sepulcros de
Jesucristo y de los santos, y la ciudad que falsamente se llamaba santa, pero
que la verdadera religión la denomina ciudad maldita y que no merecía que se
derramara por ella una sola gota de sangre.
Es cierto que este Furor religioso era una intriga
de Satanás, quien, después de haber conducido mañosamente a esos príncipes a
aquellos lugares, los dejó, como verdadero Diablo, en el apuro, abrazando el
partido de los sarracenos, animando contra ellos al Saladin inmortal, y
llevando el asunto con tanta destreza que dejó allí los huesos de cerca de un
millón trescientos o cuatrocientos mil cristianos, como un trofeo de su
política infernal; y después de que el mundo cristiano hubo corrido, por
espacio de un siglo, a la Tierra Santa, abandonó esta empresa para comenzar
otra, en la que tuvo, es cierto, menor parte la locura, pero que… (The
political history of the devil, Defoe, Daniel)
Vocabulario
Bona fide:
real, not false:
Make sure you are dealing with a bona fide company.
… the Devil is really and bona fide in a great many of our Friends.
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Fuentes
The Political History of the Devil,
Wikipedia
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