lunes, 20 de julio de 2015

Craftmanship

La reflexión de Virginia Woolf, que fue luego editada y publicada como The Death of the Moth and Other Essays en 1942, un año después de la muerte de la autora, fue titulada Craftmanship y habla sobre el arte de escribir.

Las palabras inglesas están llenas de ecos, de memorias, de asociaciones. Han estado en los labios de las personas, en sus casas, en las calles, en los campos, por muchos siglos. Y esa es una de las dificultades en escribirlas hoy. Que han sido almacenadas con otros significados, con otras memorias y que han contraído tantos famosos matrimonios en el pasado.
La esplendida incarnadine, por ejemplo, ¿Quién puede usarla sin no recordar mares multitudinarios? Antiguamente, por supuesto, cuando el ingles era un nuevo lenguaje, los escritores podían inventar nuevas palabras y usarlas.

Hoy en día es lo suficientemente fácil inventar nuevas palabras. Saltan a nuestros labios cuando vemos una vista nueva o sentimos una nueva sensación, pero no podemos usarlas porque el idioma ingles es viejo. No podemos usar una nueva palabra en un lenguaje viejo debido a la obvia y siempre misteriosa realidad que una palabra no es una entidad separada sino parte de un todo. En realidad no es una palabra hasta que es parte de una oración. Las palabras se pertenecen, aunque, por supuesto, solo un gran poeta sabe que la palabra incarnadine pertenece a mares multitudinarios. Combinar nuevas palabras con viejas palabras es fatal para la constitución de una oración. Para usar nuevas palabras apropiadamente tendríamos que inventar un lenguaje nuevo completamente, y eso no nos interesa, por el momento. Nuestro problema es ver qué podemos hacer con el viejo ingles como está. ¿Cómo podemos combinar las viejas palabras en nuevos órdenes de manera que sobrevivan, que creen belleza, de manera que digan la verdad? Esa es la cuestión.
Y la persona que podría contestar tal pregunta merecería la gloria que el mundo pueda ofrecerle. Piensen en lo que podría significar si pudieran enseñar o aprender el arte de escribir. Guau, cada libro, cada diario que tomaran diría la verdad o crearía belleza. Pero hay, según parece, algún obstáculo que entorpece la enseñanza de las palabras. Porque en este momento al menos cientos de profesores están enseñando sobre literatura antigua, al menos miles de críticos están revisando la literatura actual y cientos y cientos de jóvenes están pasando exámenes de literatura inglesa con las notas más altas. Y aún, ¿escribimos mejor, leemos mejor de lo que leíamos y escribíamos hace cuatrocientos años cuando no éramos enseñados y criticados? ¿Es nuestra moderna literatura georgiana un parche de la elizabetana? Bueno, ¿a quién vamos a culpar? No a nuestros profesores, críticos, escritores sino a nuestras palabras. Son las palabras a las que culpar. Son las cosas más salvajes, libres e irresponsables. Por supuesto que se las puede clasificar en orden alfabético en el diccionario. Pero las palabras no viven en los diccionarios. Ellas viven en la mente. Si quieren prueba de ello consideren cómo en los momentos de más grandes emociones no podemos encontrar las palabras. Allí está el diccionario. A nuestra mano están medio millón de palabras todas en orden alfabético. Pero, ¿podemos usarlas? No, porque las palabras no viven en los diccionarios. Ellas viven en nuestras mentes. Allí, sin ninguna duda, yacen obras más esplendidas que Antonio y Cleopatra, poemas más amorosos que Ode to a Nightingale, novelas al lado de las cuales Pride and Prejudice y David Copperfield son chapucerías de amateur. Solo es cuestión de encontrar las palabras adecuadas y ponerlas en el orden correcto. Pero no podemos hacer esto porque las palabras no viven en los diccionarios, ellas viven en las mentes. ¿Y cómo viven en las mentes? Variada y extrañamente, como lo hacen los seres humanos, caminando, amando y reproduciéndose.  Es verdad que ellas están mucho menos limitadas por ceremonias y convenciones. Las palabras reales se emparejan con las comunes. Las palabras inglesas se casan con las francesas, alemanas, indias o negras, si se les da la gana. En realidad mientras menos investiguemos sobre el pasado de nuestra querida madre inglesa mejor será para su reputación porque ella ha estado vagabundeando demasiado.
Así poner leyes para tales irreclamables vagabundos es inútil. Unas pocas reglas de gramática y…

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Vocabulario
Incarnadine: of a fleshy pink color.
De la web


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