La reflexión de Virginia Woolf, que fue luego
editada y publicada como The Death of the
Moth and Other Essays en 1942, un año después de la muerte de la autora,
fue titulada Craftmanship y habla
sobre el arte de escribir.
Las palabras inglesas están llenas de ecos, de
memorias, de asociaciones. Han estado en los labios de las personas, en sus
casas, en las calles, en los campos, por muchos siglos. Y esa es una de las
dificultades en escribirlas hoy. Que han sido almacenadas con otros
significados, con otras memorias y que han contraído tantos famosos matrimonios
en el pasado.
La esplendida incarnadine,
por ejemplo, ¿Quién puede usarla sin no recordar mares multitudinarios?
Antiguamente, por supuesto, cuando el ingles era un nuevo lenguaje, los
escritores podían inventar nuevas palabras y usarlas.
Hoy en día es lo suficientemente fácil inventar
nuevas palabras. Saltan a nuestros labios cuando vemos una vista nueva o
sentimos una nueva sensación, pero no podemos usarlas porque el idioma ingles
es viejo. No podemos usar una nueva palabra en un lenguaje viejo debido a la
obvia y siempre misteriosa realidad que una palabra no es una entidad separada
sino parte de un todo. En realidad no es una palabra hasta que es parte de una
oración. Las palabras se pertenecen, aunque, por supuesto, solo un gran poeta
sabe que la palabra incarnadine
pertenece a mares multitudinarios. Combinar nuevas
palabras con viejas palabras es fatal para la constitución de una oración. Para
usar nuevas palabras apropiadamente tendríamos que inventar un lenguaje nuevo
completamente, y eso no nos interesa, por el momento. Nuestro problema es ver
qué podemos hacer con el viejo ingles como está. ¿Cómo podemos combinar las
viejas palabras en nuevos órdenes de manera que sobrevivan, que creen belleza,
de manera que digan la verdad? Esa es la cuestión.
Y la persona que podría contestar tal pregunta
merecería la gloria que el mundo pueda ofrecerle. Piensen en lo que podría
significar si pudieran enseñar o aprender el arte de escribir. Guau, cada
libro, cada diario que tomaran diría la verdad o crearía belleza. Pero hay,
según parece, algún obstáculo que entorpece la enseñanza de las palabras.
Porque en este momento al menos cientos de profesores están enseñando sobre literatura
antigua, al menos miles de críticos están revisando la literatura actual y
cientos y cientos de jóvenes están pasando exámenes de literatura inglesa con
las notas más altas. Y aún, ¿escribimos mejor, leemos mejor de lo que leíamos y
escribíamos hace cuatrocientos años cuando no éramos enseñados y criticados?
¿Es nuestra moderna literatura georgiana un parche de la elizabetana? Bueno, ¿a
quién vamos a culpar? No a nuestros profesores, críticos, escritores sino a
nuestras palabras. Son las palabras a las que culpar. Son las cosas más
salvajes, libres e irresponsables. Por supuesto que se las puede clasificar en
orden alfabético en el diccionario. Pero las palabras no viven en los
diccionarios. Ellas viven en la mente. Si quieren prueba de ello consideren
cómo en los momentos de más grandes emociones no podemos encontrar las
palabras. Allí está el diccionario. A nuestra mano están medio millón de
palabras todas en orden alfabético. Pero, ¿podemos usarlas? No, porque las
palabras no viven en los diccionarios. Ellas viven en nuestras mentes. Allí,
sin ninguna duda, yacen obras más esplendidas que Antonio y Cleopatra,
poemas más amorosos que Ode to a
Nightingale, novelas al lado de las cuales Pride and Prejudice y David
Copperfield son chapucerías de amateur.
Solo es cuestión de encontrar las palabras adecuadas y ponerlas en el orden
correcto. Pero no podemos hacer esto porque las palabras no viven en los
diccionarios, ellas viven en las mentes. ¿Y cómo viven en las mentes? Variada y
extrañamente, como lo hacen los seres humanos, caminando, amando y
reproduciéndose. Es verdad que ellas
están mucho menos limitadas por ceremonias y convenciones. Las palabras reales
se emparejan con las comunes. Las palabras inglesas se casan con las francesas,
alemanas, indias o negras, si se les da la gana. En realidad mientras menos
investiguemos sobre el pasado de nuestra querida madre inglesa mejor será para
su reputación porque ella ha estado vagabundeando demasiado.
Así poner leyes para tales irreclamables vagabundos
es inútil. Unas pocas reglas de gramática y…
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Vocabulario
Incarnadine: of a fleshy pink color.
De
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