“Cuando estaba en la
estación de trenes, rumbo a Dresden, apareció Anttoniete. Viajamos juntos y
traté de observarla a la distancia. En la frontera encontré que el país estaba
enfervorizado y repleto de invitados. Decidí permanecer en un pequeño pueblo
cerca de Strelsau, llamado Zenda. Desde allí podría viajar a la capital y
dormir en Zenda. La posada donde me alojaba estaba presidida por una señora muy
simpática acompañada por sus hijas. Manifestaron que era una lástima que el
duque de Stralsau no fuera rey, pues todos lo conocían, en cambio el futuro
monarca había estado tanto en el extranjero que nadie tenía idea como era.
También contaron que el rey se hospedaba en el castillo del duque hasta su
coronación.
"Y ahora",
intervino una de las mujeres jóvenes, "dicen que se ha afeitado la barba, por
lo que nadie en absoluto lo conoce."
"¡Afeitado la
barba!" -exclamó su madre. "¿Quién lo dice?"
"Johann, portero
del duque. Él ha visto al Rey".
"Ah, sí, el rey,
señor, está ahora en el coto de caza del duque en el bosque aquí, desde donde irá
a Strelsau para coronarse en la mañana del miércoles".
Esto me interesó. Me
decidí a caminar al día siguiente en dirección al castillo, con la esperanza de
encontrarme con el Rey. La anciana siguió parloteando:
"Ah, me gustaría
que se quedara con su caza y con su vino, dicen que es todo lo que quiere.
Quisiera ver a nuestro duque ser coronado el miércoles. Eso quiero, y no me
importa que se sepa."