Respecto de las promesas y la necesidad de
cumplirlas. Del clásico de todos los tiempos, El Príncipe, de Nicolás
Maquiavelo. En vocabulario craft. Investigamos
sobre Alejandro VI
…
De qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas
Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es
el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez;
pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que
son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada,
envuelto a los demás con su astucia y reído de los que han confiado en su
lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas.
Every one admits how praiseworthy it is in a prince to
keep faith, and to live with integrity and not with craft.
Digamos primero que hay dos maneras de combatir:
una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre;
la segunda, de la bestia. Pero, como a menudo la primera no basta, es forzoso
recurrir a la segunda. Un príncipe debe
saber entonces comportarse como bestia y como hombre. Esto es lo que los
antiguos escritores enseñaron a los príncipes de un modo velado cuando dijeron
que Aquiles y muchos otros de los príncipes antiguos fueron confiados al
centauro Quirón para que los criara y educase. Lo cual significa que, como el
preceptor es mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las
cualidades de ambas naturalezas, y que una no puede durar mucho tiempo sin la
otra.
De manera que, ya que se ve obligado a comportarse
como bestia conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león, porque
el león no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos.
Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los
lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del león demuestran poca
experiencia. Por lo tanto, un príncipe
prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en
contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le
hicieron prometer. Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería
bueno; pero como son perversos, y no la observarían contigo, tampoco tú debes
observarla con ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legítimas para
disfrazar la inobservancia. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de
tratados de paz y promesas vueltos inútiles por la infidelidad de los
príncipes. Que el que mejor ha sabido ser zorro, ése ha triunfado. Pero hay que
saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y de tal manera
obedecen a las necesidades del momento que aquel que engaña encontrará siempre
quien se deje engañar.
No quiero callar uno de los ejemplos contemporáneos.
Alejandro VI nunca hizo ni pensó en
otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre halló oportunidad para
hacerlo. Jamás hubo hombre, que prometiese con más desparpajo ni que hiciera
tantos juramentos sin cumplir ninguno, y, sin embargo, los engaños siempre le
salieron a pedir de boca, porque conocía bien esta parte del mundo.
No
es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es
indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a
decir esto; que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el
aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y
religioso, y asimismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto a irse
al otro extremo si ello fuera necesario. Y ha de tenerse presente que un
príncipe, y sobre todo un príncipe nuevo, no puede observar todas las cosas
gracias a las cuales los hombres son considerados buenos, porque, a menudo,
para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar contra la fe, la
caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga una
inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he
dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de
necesidad, no titubee en entrar en el mal.
Por todo esto un príncipe debe tener muchísimo
cuidado de que no le brote nunca de los labios algo que no esté empapado de las
cinco virtudes citadas, y de que, al verlo y oírlo, parezca la clemencia, la
fe, la rectitud y la religión mismas, sobre todo esta última. Pues los hombres,
en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver,
pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, más pocos saben lo que eres; y
estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda
detrás de la majestad del Estado. Y en las acciones de los hombres, y
particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a
los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar el Estado, que
los medios siempre serán honorables y loados por todos, porque el vulgo se deja engañar por las apariencias
y por el éxito, y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no
cuentan sino cuando las mayorías no tiene donde apoyarse. Un príncipe de estos
tiempos, a quien no es oportuno nombrar, jamás predica otra cosa que concordia
y buena fe; y es enemigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría
perdido más de una vez la fama y las tierras. (Párrafos de El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, cap. 18)
Para
saber
El
Príncipe es innovador porque fue escrito en el italiano
vulgar antes que en el latín, una práctica que se había vuelto popular desde La
Divina Comedia, de Dante. Aunque es relativamente corto, el tratado es el más
recordado de los trabajos de Maquiavelo y el responsable de traer la palabra maquiavélico al uso como peyorativa. También
contribuyó a las connotaciones negativas de política
y políticos en los países
occidentales.
Papa
Alejandro VI, nacido Rodrigo Borgia, fue Papa desde 1492
hasta su muerte. Es uno de los papas más controversiales del Renacimiento, en
parte porque reconoció ser padre de varios hijos de sus amantes. Por lo tanto
su nombre se convertiría en sinónimo de libertinaje y nepotismo.
Vocabulario
Craft: skill in
deceiving to gain an end.
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