El príncipe es un tratado político del siglo 16 del
diplomático y político italiano Nicolás Maquiavelo. La versión impresa fue
publicada en 1532, cinco años después de la muerte de Maquiavelo.
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De la crueldad y la clemencia, y si es mejor ser amado que temido, o ser temido
que amado
Paso a las otras cualidades ya citadas y declaro que
todos los príncipes deben desear ser temidos por clementes y no por crueles. Y,
sin embargo, deben cuidarse de emplear mal esta clemencia. Cesar Borgia era
considerado cruel, pese a lo cual fue su crueldad lo que impuso el orden en la
Romaña, la que logró su unión y la que la volvió a la paz y a la fe. Que, si se
examina bien, se verá que Borgia fue mucho más clemente que el pueblo
florentino, que para evitar ser tachado de cruel, dejó destruir a Pistoya. Por
lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y
cuando su crueldad tenga por objetivo el mantener unidos y fieles a los
súbditos; porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos
que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causa de
matanzas y saqueos que perjudican a toda una población, mientras que las
medidas extremas adoptadas por el príncipe solo van en contra de uno. Y es
sobre todo un príncipe nuevo el que no debe evitar los actos de crueldad. Pues
toda nueva dominación trae consigo infinidad de peligros. Así se explica que
Virgilio ponga en boca de Dido:
Mi dura suerte y el hecho de que mi reinado sea
nuevo me obligan a usar estas precauciones y a vigilar constantemente las
fronteras.
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar y
no tener miedo de sí mismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de
modo que una excesiva confianza no lo vuelva imprudente y una desconfianza exagerada,
intolerable.
Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado
que temido o temido que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la ves; pero puesto
que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado.
Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores,
cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien son
completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, sus vidas y sus hijos,
pues, como antes expliqué, nunca necesidad tienes de ello; pero, cuando la
necesidad se presenta, se rebelan, y el príncipe que ha descansado por entero
en su palabra va a la ruina al no haber tomado otra providencia; porque las amistades que se adquieren con el dinero
y no con la altura y nobleza de alma son amistades merecidas pero de las cuales
no se dispone, y llegada la oportunidad no se las puede utilizar. Y los
hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se
haga temer; porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos
por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo
al castigo que no se pierde nunca. No obstante lo cual, el príncipe debe
hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es
imposible ser a la vez temido y no odiado; y para ello bastará que se abstenga
de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y súbditos, y
que no proceda contra la vida de alguien sino cuando hay justificación
conveniente y motivo manifiesto; pero sobre todo abstenerse de los bienes
ajenos, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del
patrimonio. Luego, nunca faltan excusas para despojar a los demás de sus
bienes, y el que empieza a vivir de la
rapiña siempre encuentra pretextos para apoderarse de lo ajeno, y, por el
contrario, para quitar la vida, son más raros y desaparecen con más rapidez.
Pero, cuando el príncipe está al frente de sus
ejércitos y tiene que gobernar a miles de soldados, es absolutamente necesario que
no se preocupe si merece fama de cruel, porque sin esta fama jamás podrá
tenerse ejército alguno unido y dispuesto a la lucha. Entre las infinitas cosas
admirables de Aníbal se cita la de que, aunque contaba con un ejército grandísimo
formado por hombres de todas las razas a los que llevó a combatir a tierras
extranjeras; jamás surgió discordia alguna entre ellos ni contra el príncipe, así
en la mala como en la buena fortuna. Y esto no podía deberse sino a su crueldad
inhumana, que, unida a sus muchas otras virtudes, lo hacía venerable y terrible
en el concepto de los soldados; que, sin aquella, todas las demás no le habrían
bastado para ganarse este respeto. Los historiadores poco reflexivos admiran,
por una parte, semejante orden, y, por la otra, censuran su razón principal.
Que si es verdad o no que las demás virtudes no le habrían bastado puede verse
en Escipión —hombre de condiciones poco comunes, no solo dentro de su época,
sino dentro de toda la historia de la humanidad—, cuyos ejércitos se rebelaron
en España. Lo cual se produjo por culpa de su excesiva clemencia, que había
dado a sus soldados más licencia que a la disciplina militar convenía. Falta que
Fabio Máximo le reprochó en el Senado, llamándolo corruptor de la milicia
romana. Los locrios, habiendo sido ultrajados por un enviado de Escipión, no
fueron desagraviados por éste ni la insolencia del primero fue castigada,
naciendo todo de aquel su blando carácter, y a tal extremo que alguien que lo
quiso justificar ante el Senado dijo que pertenecía a la clase de hombres que
saben mejor no equivocarse que enmendar las equivocaciones ajenas. Este carácter,
con el tiempo, habría acabado por empañar su fama y su honor, a haber llegado
Escipión al mando absoluto; pero, como estaba bajo las órdenes del Senado, no
sólo quedó escondida esta mala cualidad suya, sino que se convirtió en su
gloria.
Volviendo a la cuestión de ser amado o temido,
concluyo que, como el amar depende la voluntad de los hombre y el temer de la
voluntad del príncipe, un príncipe prudente debe apoyarse en lo suyo y no en lo
ajeno, pero, como he dicho, tratando siempre de evitar el odio… (Párrafos de El príncipe, de Maquiavelo, cap. 17)
Para
saber
El
Príncipe es uno de los primeros tratados de filosofía
moderna, especialmente filosofía política, en el cual la verdad efectiva es
tomada como más importante que cualquier otro ideal abstracto. Estaba también
en directo conflicto con las doctrinas de la iglesia católica de la época en lo
concerniente a política y ética.
Título
en inglés: The Prince.
Lenguaje:
italiano.
Género:
no ficción, tratado político.
Páginas:
164.
Fuentes
The
Prince, para leer la obra de Maquiavelo en inglés.
The
Prince, datos de Wikipedia.
The Prince,
datos de Sparknotes.
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