sábado, 6 de febrero de 2016

La creciente

Del escritor salteño Juan Carlos Dávalos presentamos este pequeño cuento, La Creciente, que es una muestra que el talento no tiene fronteras.

Don Ventura Perdigones era un gallego verdulero que había en Salta. Desde Vaqueros, donde tenía hortalizas, llevaba todas las mañanas al pueblo una arganada de verduras frescas para vender  por las calles.
Vaqueros es un pueblo que dista dos leguas de la ciudad y está situado en la margen izquierda del rio de ese nombre.
Y digo rio porque se llama así en mi tierra, mal que pese al estricto sentido del vocablo, lo que en invierno apenas parecen arroyos apacibles, y en verano se tornan con las lluvias, en formidables avalanchas de barro y piedras.
Una mañana venía el Vaqueros por demás crecido, como dice la gente de mi provincia. La noche anterior había caído una tormenta en los cerros, y, con tumultuoso estrépito, las turbias aguas arrastraban gruesos troncos y pesados pedrones.
A lo largo de la orilla, numeroso paisanaje a caballo esperaba que pasase lo recio de la crecida para atravesarlo.
Perdigones encaramado en su asno, estaba allí con las árganas repletas de repollos y lechugas. Quería pasar cuanto antes, sin atender a los consejos de algunos que le señalaban el peligro; y porfiadamente taloneaba a su bestia y se paraba en los estribos a ver por donde se lanzaría.
Y Perdigones que sí y el jumento que no, bruto y hombre pugnaban por hacer cada cual su gusto, con grande regocijo y mofa de los presentes.
-No dentre don Ventura. Mire que la corriente lo va a trapiar -decía uno.
-De ande lo han de convencer, si este gallego es más porfiao que una clueca -gritaba otro.
-Asojítese bien, no sea que pierda los yolis -vociferaba un tercero.
-¡Vaya, vaya, hombre! –contestaba Perdigones -.  Paréceme a mí que no hay motivo pa´ tanta alharaca. Por lo que es éste, a mi no me gana -decía del asno, y lo molía de firme.
Al fin triunfó Perdigones, si bien más le valiera no haber triunfado; porque zamparse el burro, desquiciarse de la montura los yolis, y hacerse una balumba de hombre y bestia, y reatas y verduras, todo fue uno. La rápida corriente los arrastraba.
Los gauchos armaron al punto sus lazos y se los arrojaron al infeliz de don Ventura, que a manotones y zambullidas y vueltas de carnero en medio del agua, ni pudo, ni atinó con los auxilios.
Y mal acaba el lance, si no logra prenderse, con todas las fuerzas que le restaban, a las raíces de un sauce ribereño.
Y ya en tierra firme, pasado el susto, un paisano le dice al gallego:
-Velay, pues, ño Ventura, aura que se ha salvao, de gracias a Dios; porque esto ha sido un milagro.
Y el gallego, malhumorado y tiritando, le contestó:
-Hombre, di tu gracias al sauce; que las intenciones de Dios fueron ahogarme. (de Cuentos Regionales Argentinos)

Comentario

Juan Carlos Dávalos (1887 – 1959) fue un escritor salteño, nacido en San Lorenzo.
Dávalos publicó un extenso y valioso trabajo, temáticamente cercano no solo a su hogar y la vida en los Andes de la Argentina, sino también fuera de los círculos de las fronteras de su país. Escribió poemas, obras de teatro, ensayos y cuentos cortos, entre los cuales "El viento blanco" se ha ganado un lugar en el inconsciente colectivo de muchos sudamericanos.
Al leer el cuento, La Creciente, no puede uno menos que reconocer la capacidad de la pluma maestra. Respecto del vocabulario, utiliza algunos términos que no puedo reconocer, aun habiendo nacido en Salta y conocido parte del interior.


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