Algo atraía a los pasajeros a la ventana, por lo que
me levanté y crucé para ver lo que era. Vi cerca de la pista un recinto, y
alrededor de él algunos hombres riendo, y dentro de él un poco de polvo, y en
medio del polvo algunos caballos corriendo. Eran cow ponis en un corral,
y uno de ellos no podía ser capturado. Teníamos un montón de tiempo para ver
este deporte, pues nuestro tren se había detenido para cargar agua en el tanque
junto a la plataforma de la estación de Medicine Bow. Estábamos con seis horas
de retraso, y hambrientos de entretenimiento. El poni en el corral era inteligente, y rápido
de patas.
¿Han visto a un hábil boxeador examinar a su antagonista de manera
tranquila? De esta forma observaba el poni a cualquiera que tomara el lazo. El
hombre podía fingir que miraba el tiempo o podía afectar una conversación con
un espectador: era inútil. El poni veía a través de él. Este animal era como un
hombre de mundo. Su mirada se quedaba fija sobre el enemigo, y la gravedad de
su caballo-expresión hacía que el asunto fuera de alta comedia. Entonces la
cuerda salía lanzada hacia él, pero ya estaba en otra parte, y si los caballos
se ríen, la alegría debe haber abundado en ese corral. A veces, el poni daba
una vuelta solo, otras se deslizaba entre sus hermanos, y la totalidad de
ellos, como un banco de peces juguetones batida alrededor del corral, levantaba
polvo, y reía a carcajadas. A través de la ventana de cristal de nuestro
Pullman escuchábamos el ruido de los cascos traviesos y las maldiciones de buen
humor de los cow-boys. Entonces, me di cuenta de un hombre que estaba sentado
en la parte superior del corral, mirando. Se bajó con las ondulaciones de un
tigre, suave y fácil, como si sus músculos fluyeran debajo de su piel. Los
demás habían guardado sus lazos. No lo vi levantar sus brazos o moverse.
Parecía sostener el lazo abajo, por la pierna. Pero al igual que una serpiente de
repente vi la soga estirarse y la cosa había terminado. Nuestro tren se movió
lentamente a la estación, y un pasajero comentó: "Ese hombre sabe lo que hace."
No pude terminar de escuchar al hombre pues me vi
obligado a descender, Medicine Bow era mi estación. Me despedí de mis
compañeros de viaje y descendí. Un extraño en las grandes tierras ganaderas. Y
aquí, en menos de diez minutos, me enteré de las noticias que me hicieron
sentir un extraño.
Mi equipaje se había perdido, no había venido en el
tren, estaba a la deriva en algún lugar en las dos mil millas que estaban
detrás de mí. Y, a modo de consuelo, el encargado señaló que los pasajeros a
menudo extraviaban sus valijas, pero las encontraban después de un tiempo.
Habiéndome ofrecido este estímulo, se volvió silbando a sus asuntos y me dejó
plantado en la sala de equipajes en Medicine Bow.
Me quedé abandonado entre cajas y cartones,
sosteniendo mi ticket, hambriento y desesperado. Miré a través de la puerta al
cielo y las llanuras. Estaba por murmurar: "¡Qué agujero abandonado es este!"
cuando de pronto desde fuera en la plataforma vino una voz lenta: "Para
casarse de nuevo, eh?"
La voz era sureña, gentil. Una segunda voz llegó de
inmediato como respuesta, irritada. “No es de nuevo. ¿Quién te dijo que era de
nuevo?”
Y la primera voz respondió acariciadora: “Tus ropas
de domingo tío Hughey. Ellas hablan de bodas”
“No te preocupes por mí”, cortó el tío Hughey.
Y el otro continuó gentilmente, “¿Esos no son los
guantes que usaste para tu última boda?”
“No te preocupes por mí, gritó el tío Hughey.
Ya me había olvidado de mi valija. Estaba consciente
de la puesta del sol y deseaba seguir escuchando esta conversación. Me acerqué
a la puerta y miré a la plataforma de la estación.
Apoyado contra la pared estaba un gigantesco joven,
delgado, y hermoso. Llevaba su ancho sombrero hacia atrás. Un pañuelo colgaba
de su garganta y el pulgar reposaba en el cinturón atravesado en su cintura. Había
llegado desde mucha distancia como mostraba el polvo en el. Sus botas estaban
blancas y sus overalls grises. Pero ninguna fatiga o desorden disimulaban el
esplendor que radiaba de su juventud y fuerza. El viejo, que respondiera de
forma temperamental, estaba peinado y acicalado… (adaptación propia, traducción
con translategoogle.com)
Vocabulario
Cow ponis: un pequeño y ágil caballo usado por los
vaqueros
El libro
El
Virginiano, de Owen Wister. Novela de 1902 situada
en el viejo oeste norteamericano
Inglés con los
clásicos, videos de interés general y programas adaptados. Estamos en el
0387-4249159
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