miércoles, 10 de abril de 2013

El Último de los Mohicanos: Partida



Las tropas parten para apoyar  al coronel Munro. Un pequeño grupo escolta a Cora y Alice Munro que, guiadas por nativos, trataran de llegar al fuerte por un camino diferente. Así comienza a armarse el drama en El Último de los Mohicanos.

"… después de la primera sorpresa un rumor se extendió sobre el puesto que se ubicaba a lo largo del Hudson, que una tropa de más de mil quinientos hombres iba a partir al amanecer hacia William Henry, la parte norte de las fortificaciones. Todas las dudas sobre los próximos pasos de Webb ahora desaparecían. Todos se preparaban, los novatos y los veteranos. Unos nerviosamente, otros calmadamente, pero todos con un ojo hacia el bosque. Las sombras de la noche se acercaban y un marcado silencio se apoderaba del campo.

De acuerdo a las órdenes el sueño del campo fue interrumpido por las advertencias de los tambores.  En un instante el campo era un hervidero. Los soldados se arremolinaron para ver la partida de la tropa. Los soldados del rey se alinearon a la derecha, los colonos, más humildes, a la izquierda. Los guías partieron, los guardias prosiguieron y luego los vehículos con los equipajes, y antes que saliera el sol la compañía partía del campamento que probaría de que estaban hechos muchos novatos que formaban la tropa.


Los últimos sonidos de la marcha cesaron de escucharse así como los últimos soldados que desaparecieron en el bosque. Aun permanecían visibles signos de otra partida frente a una cabaña de maderos, de tamaño y confort inusuales. Media docena de caballos estaban listos al frente. Dos de ellos estaban ensillados para mujeres, algo poco usual en estas salvajes partes del país. Mientras que el resto parecían los caballos de un oficial y sus ayudantes. A una distancia respetable grupos de curiosos se arremolinaban, algunos admirando los caballos, otros los preparativos. Había un hombre sin embargo, que por su porte y acciones, se diferenciaba de los otros. No parecía ni vago ni ignorante.
Tapa de una revista (Wikimedia Commons)

Un movimiento general entre la servidumbre y algunos murmullos anunciaron la presencia de los que se esperaba que comiencen la cabalgata. El admirador de los caballos de guerra reposó su vista en la yegua que comía el pasto en el campo cercano. Con un codo en la manta que servía de montura era testigo de la partida mientras un potrillo repasaba el pasto del otro lado de la yegua.

Un joven, vestido de oficial, llevó a dos mujeres hacia sus caballos. Una de apariencia más joven, aunque ambas disfrutaban de juventud, permitía echar vistazos de su imagen. Pelo claro y brillantes ojos azules que aparecían al correr el velo el viento.

El brillo que aun se sostenía sobre los pinos no era tan brillante ni delicado como el color en sus mejillas ni el día más alegre que la animada sonrisa que le brindaba al joven que la asistía a montar. La otra mujer, que también recibía las atenciones del joven, se escondía mejor de los soldados lo que implicaba unos cuatro o cinco años más de experiencia que la primera. Parecía, sin embargo, que sus formas eran más maduras y llenas que las de la primera mujer… "(Traducción propia del original inglés)

Para leer una segunda parte en castellano:

Desconfianza

El Último de los Mohicanos. James Fenimore Cooper


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