Las
tropas parten para apoyar al coronel Munro.
Un pequeño grupo escolta a Cora y Alice Munro que, guiadas por nativos,
trataran de llegar al fuerte por un camino diferente. Así comienza a armarse el
drama en El Último de los Mohicanos.
"… después de la primera sorpresa un rumor se
extendió sobre el puesto que se ubicaba a lo largo del Hudson, que una tropa de
más de mil quinientos hombres iba a partir al amanecer hacia William Henry, la
parte norte de las fortificaciones. Todas las dudas sobre los próximos pasos de
Webb ahora desaparecían. Todos se preparaban, los novatos y los veteranos. Unos
nerviosamente, otros calmadamente, pero todos con un ojo hacia el bosque. Las
sombras de la noche se acercaban y un marcado silencio se apoderaba del campo.
De acuerdo a las órdenes el sueño del campo fue
interrumpido por las advertencias de los tambores. En un instante el campo era un hervidero. Los
soldados se arremolinaron para ver la partida de la tropa. Los soldados del rey
se alinearon a la derecha, los colonos, más humildes, a la izquierda. Los guías
partieron, los guardias prosiguieron y luego los vehículos con los equipajes, y
antes que saliera el sol la compañía partía del campamento que probaría de que
estaban hechos muchos novatos que formaban la tropa.
Los últimos sonidos de la marcha cesaron de
escucharse así como los últimos soldados que desaparecieron en el bosque. Aun
permanecían visibles signos de otra partida frente a una cabaña de maderos, de
tamaño y confort inusuales. Media docena de caballos estaban listos al frente.
Dos de ellos estaban ensillados para mujeres, algo poco usual en estas salvajes
partes del país. Mientras que el resto parecían los caballos de un oficial y
sus ayudantes. A una distancia respetable grupos de curiosos se arremolinaban,
algunos admirando los caballos, otros los preparativos. Había un hombre sin
embargo, que por su porte y acciones, se diferenciaba de los otros. No parecía
ni vago ni ignorante.
Tapa de una revista (Wikimedia Commons) |
Un movimiento general entre la servidumbre y algunos
murmullos anunciaron la presencia de los que se esperaba que comiencen la
cabalgata. El admirador de los caballos de guerra reposó su vista en la yegua
que comía el pasto en el campo cercano. Con un codo en la manta que servía de
montura era testigo de la partida mientras un potrillo repasaba el pasto del
otro lado de la yegua.
Un joven, vestido de oficial, llevó a dos mujeres
hacia sus caballos. Una de apariencia más joven, aunque ambas disfrutaban de
juventud, permitía echar vistazos de su imagen. Pelo claro y brillantes ojos
azules que aparecían al correr el velo el viento.
El brillo que aun se sostenía sobre los pinos no era
tan brillante ni delicado como el color en sus mejillas ni el día más alegre
que la animada sonrisa que le brindaba al joven que la asistía a montar. La
otra mujer, que también recibía las atenciones del joven, se escondía mejor de
los soldados lo que implicaba unos cuatro o cinco años más de experiencia que
la primera. Parecía, sin embargo, que sus formas eran más maduras y llenas que
las de la primera mujer… "(Traducción propia del original inglés)
Para leer una segunda parte en castellano:
DesconfianzaEl Último de los Mohicanos. James Fenimore Cooper
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