En Narrative of the Life of Frederick Douglass.
An American Slave
se muestra el trabajo de una granja donde los esclavos son los protagonistas y
los blancos ejercen toda su crueldad sin ninguna restricción…
El Coronel Lloyd tenía entre trescientos y cuatrocientos
esclavos en su propia plantación, y poseía un gran número más en las granjas
vecinas. Los nombres de las granjas cercanas a la plantación eran Wye Town y
New Design. Wye Town estaba bajo el mando de un hombre llamado Noah Willis. New
Design era manejada por un señor Townsend. Los capataces de éstas, y todo el
resto de las fincas, que sumaban más de veinte, recibían asesoramiento y
dirección de los jefes de la plantación. Este era un gran lugar de negocios.
Era la sede de gobierno para el conjunto de veinte fincas. Todas las disputas
entre los capataces se decidían aquí. Si un esclavo era condenado por cualquier
delito menor, se convertía en ingobernable, o evidenciaba una determinación de
huir, era llevado de inmediato aquí, severamente azotado, puesto a bordo de la
corbeta, llevado a Baltimore, y vendido a Austin Woolfolk, o algún otro
traficante, como una advertencia a los esclavos restantes.
Aquí, también, los esclavos de todas las otras
granjas recibían su asignación mensual de alimentos, y su ropa anual. Los
hombres y mujeres esclavos recibían, como asignación mensual de alimentos, ocho
libras de carne de cerdo, o su equivalente en pescado, y un bushel de harina de maíz. Su ropa anual
consistía en dos camisas ordinarias de lino, un par de pantalones de lino, como
las camisas, una chaqueta, un par de pantalones para el invierno, hechas de
paño negro grueso, un par de medias, y un par de zapatos. La totalidad de los
cuales no podría haber costado más de siete dólares. La asignación de los niños
esclavos era dada a sus madres, o las mujeres de edad que tenían el cuidado de
ellos. Los niños que no podían trabajar en el campo no tenían zapatos, medias,
chaquetas, pantalones. Su vestimenta consistía en dos camisas de lino grueso
por año. Cuando éstas se acababan, andaban desnudos hasta la próxima
asignación. Los niños de siete a diez años de edad, de ambos sexos, casi
desnudos, podían ser vistos en todas las estaciones del año.
No había camas para los esclavos, a menos que se
considerara como tales a una manta gruesa, y nadie más que los hombres y las
mujeres las tenían. Esto, sin embargo, no se consideraba una gran privación. Se
encontraba menos dificultades por falta de camas, que por falta de tiempo para dormir.
Para cuando la jornada de trabajo en el campo terminaba, la mayoría de ellos
tenía que lavar, reparar, y cocinar. Con pocas o ninguna de las instalaciones
comunes para hacer cualquiera de estas actividades, muchas de sus horas de
sueño se consumían en la preparación para el campo el día siguiente. Y una vez
hecho esto, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, casados y solteros, se
desplomaban uno al lado del otro, en una cama común, el suelo húmedo y frío,
cubriéndose con sus mantas miserables. Y aquí dormían hasta que eran llamados
al campo por el cuerno del conductor. Al oír esto, todos debían levantarse, y
salir al campo. No debía haber demoras, cada uno debía estar en su puesto, y
¡Ay de los que no escuchaban la convocatoria esa mañana al campo! Porque si no
se despertaban por el sentido del oído, lo hacían por el sentido del tacto: no había
edad ni sexo que encontrara ningún favor. El señor Severe, el capataz, solía
estar junto a la puerta del cuarto, armado con un gran palo de nogal y un
látigo pesado, listo para azotar a todo el que tuviera la desgracia de no
escuchar, o, por cualquier otra causa, se le impidiera estar listo para
comenzar en el campo al sonido de la bocina.
El señor Severe estaba bien llamado: era un hombre
cruel. Lo he visto azotar a una mujer, haciendo que la sangre corra por media
hora; y esto, también, en medio de sus niños llorando, pidiendo la liberación
de su madre. Parecía disfrutar en manifestar su barbarie diabólica. Sumado a su
crueldad, era un blasfemo profano. Era suficiente el oírle hablar para enfriar
la sangre y que los pelos se paren de punta en un hombre ordinario. Escasamente
iniciaba o terminaba una oración sin una maldición. El campo era el lugar para
presenciar su crueldad y blasfemia. Su presencia lo convirtió en el campo de la
sangre y de la blasfemia. Desde la salida hasta la puesta del sol estaba
maldiciendo, delirando, cortando y recortando entre los esclavos del campo, de
la manera más espantosa. Su carrera fue corta. Murió poco después que fui al
coronel Lloyd, y murió como vivió, pronunciando, con sus gemidos agonizantes,
maldiciones amargas y juramentos horribles. Su muerte fue considerada por los
esclavos como el resultado de una providencia misericordiosa.
El señor Severe fue reemplazado por un señor Hopkins.
Era un hombre muy diferente. Era menos cruel, menos profano, y hacía menos
ruido, que el señor Severe. Su trabajo
se caracterizó por no hacer manifestaciones extraordinarias de crueldad.
Azotó, pero no parecía tener ningún placer en ello. Era llamado un buen capataz
por los esclavos. La plantación del coronel Lloyd tenía el aspecto de un pueblo
rural. Todas las operaciones mecánicas para todas las granjas se realizaban
aquí. La fabricación y reparación de calzados, la herrería, la fabricación de
carros, la reparación de barriles, tejidos, y la molienda de granos era
realizada por los esclavos de la plantación. Todo el lugar tenía un aspecto
como de negocios muy a diferencia de las granjas vecinas. El número de casas,
también, conspiró para darle ventaja sobre las granjas vecinas. Fue llamada por
los esclavos la Gran Granja. ... (Narrative of the Life of Frederick Douglass.
An American Slave. Traducción propia)
Vocabulario
El bushel es una unidad de medida de capacidad para
mercancía sólida en los países anglosajones. Se utiliza en el comercio de granos, harinas y
otros productos análogos.
Maíz: 56 lb = 25,40117272 kg
Para pensar
“… miro alrededor en vano por alguien que
cuestionará mi igualdad, me reclamará como su esclavo o me insultará. En un
taxi me siento junto a un hombre blanco, llego al hotel, entro por la misma
puerta, comparto el mismo salón, ceno en la misma mesa y nadie se ofende… me tratan con la misma bondad y deferencia
que a gente blanca. En la iglesia nadie me desprecia con un “no aceptamos negros aquí””… (Frederick Douglass sobre sus sentimientos en
Irlanda)
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Cruel Masters, paragraphs from Narrative
of the Life of Frederick Douglass, detailing the punishments of the white masters.
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