domingo, 29 de mayo de 2016

Trabajando en la Granja

En Narrative of the Life of Frederick Douglass. An American Slave se muestra el trabajo de una granja donde los esclavos son los protagonistas y los blancos ejercen toda su crueldad sin ninguna restricción…

El Coronel Lloyd tenía entre trescientos y cuatrocientos esclavos en su propia plantación, y poseía un gran número más en las granjas vecinas. Los nombres de las granjas cercanas a la plantación eran Wye Town y New Design. Wye Town estaba bajo el mando de un hombre llamado Noah Willis. New Design era manejada por un señor Townsend. Los capataces de éstas, y todo el resto de las fincas, que sumaban más de veinte, recibían asesoramiento y dirección de los jefes de la plantación. Este era un gran lugar de negocios. Era la sede de gobierno para el conjunto de veinte fincas. Todas las disputas entre los capataces se decidían aquí. Si un esclavo era condenado por cualquier delito menor, se convertía en ingobernable, o evidenciaba una determinación de huir, era llevado de inmediato aquí, severamente azotado, puesto a bordo de la corbeta, llevado a Baltimore, y vendido a Austin Woolfolk, o algún otro traficante, como una advertencia a los esclavos restantes.


Aquí, también, los esclavos de todas las otras granjas recibían su asignación mensual de alimentos, y su ropa anual. Los hombres y mujeres esclavos recibían, como asignación mensual de alimentos, ocho libras de carne de cerdo, o su equivalente en pescado, y un bushel de harina de maíz. Su ropa anual consistía en dos camisas ordinarias de lino, un par de pantalones de lino, como las camisas, una chaqueta, un par de pantalones para el invierno, hechas de paño negro grueso, un par de medias, y un par de zapatos. La totalidad de los cuales no podría haber costado más de siete dólares. La asignación de los niños esclavos era dada a sus madres, o las mujeres de edad que tenían el cuidado de ellos. Los niños que no podían trabajar en el campo no tenían zapatos, medias, chaquetas, pantalones. Su vestimenta consistía en dos camisas de lino grueso por año. Cuando éstas se acababan, andaban desnudos hasta la próxima asignación. Los niños de siete a diez años de edad, de ambos sexos, casi desnudos, podían ser vistos en todas las estaciones del año.
No había camas para los esclavos, a menos que se considerara como tales a una manta gruesa, y nadie más que los hombres y las mujeres las tenían. Esto, sin embargo, no se consideraba una gran privación. Se encontraba menos dificultades por falta de camas, que por falta de tiempo para dormir. Para cuando la jornada de trabajo en el campo terminaba, la mayoría de ellos tenía que lavar, reparar, y cocinar. Con pocas o ninguna de las instalaciones comunes para hacer cualquiera de estas actividades, muchas de sus horas de sueño se consumían en la preparación para el campo el día siguiente. Y una vez hecho esto, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, casados y solteros, se desplomaban uno al lado del otro, en una cama común, el suelo húmedo y frío, cubriéndose con sus mantas miserables. Y aquí dormían hasta que eran llamados al campo por el cuerno del conductor. Al oír esto, todos debían levantarse, y salir al campo. No debía haber demoras, cada uno debía estar en su puesto, y ¡Ay de los que no escuchaban la convocatoria esa mañana al campo! Porque si no se despertaban por el sentido del oído, lo hacían por el sentido del tacto: no había edad ni sexo que encontrara ningún favor. El señor Severe, el capataz, solía estar junto a la puerta del cuarto, armado con un gran palo de nogal y un látigo pesado, listo para azotar a todo el que tuviera la desgracia de no escuchar, o, por cualquier otra causa, se le impidiera estar listo para comenzar en el campo al sonido de la bocina.
El señor Severe estaba bien llamado: era un hombre cruel. Lo he visto azotar a una mujer, haciendo que la sangre corra por media hora; y esto, también, en medio de sus niños llorando, pidiendo la liberación de su madre. Parecía disfrutar en manifestar su barbarie diabólica. Sumado a su crueldad, era un blasfemo profano. Era suficiente el oírle hablar para enfriar la sangre y que los pelos se paren de punta en un hombre ordinario. Escasamente iniciaba o terminaba una oración sin una maldición. El campo era el lugar para presenciar su crueldad y blasfemia. Su presencia lo convirtió en el campo de la sangre y de la blasfemia. Desde la salida hasta la puesta del sol estaba maldiciendo, delirando, cortando y recortando entre los esclavos del campo, de la manera más espantosa. Su carrera fue corta. Murió poco después que fui al coronel Lloyd, y murió como vivió, pronunciando, con sus gemidos agonizantes, maldiciones amargas y juramentos horribles. Su muerte fue considerada por los esclavos como el resultado de una providencia misericordiosa.
El señor Severe fue reemplazado por un señor Hopkins. Era un hombre muy diferente. Era menos cruel, menos profano, y hacía menos ruido, que el señor Severe. Su trabajo  se caracterizó por no hacer manifestaciones extraordinarias de crueldad. Azotó, pero no parecía tener ningún placer en ello. Era llamado un buen capataz por los esclavos. La plantación del coronel Lloyd tenía el aspecto de un pueblo rural. Todas las operaciones mecánicas para todas las granjas se realizaban aquí. La fabricación y reparación de calzados, la herrería, la fabricación de carros, la reparación de barriles, tejidos, y la molienda de granos era realizada por los esclavos de la plantación. Todo el lugar tenía un aspecto como de negocios muy a diferencia de las granjas vecinas. El número de casas, también, conspiró para darle ventaja sobre las granjas vecinas. Fue llamada por los esclavos la Gran Granja. ... (Narrative of the Life of Frederick Douglass. An American Slave. Traducción propia)

Vocabulario
El bushel es una unidad de medida de capacidad para mercancía sólida en los países anglosajones.  Se utiliza en el comercio de granos, harinas y otros productos análogos.
Maíz: 56 lb = 25,40117272 kg
Para pensar
“… miro alrededor en vano por alguien que cuestionará mi igualdad, me reclamará como su esclavo o me insultará. En un taxi me siento junto a un hombre blanco, llego al hotel, entro por la misma puerta, comparto el mismo salón, ceno en la misma mesa y nadie se ofende…  me tratan con la misma bondad y deferencia que a gente blanca. En la iglesia nadie me desprecia con  un “no aceptamos negros aquí””… (Frederick Douglass sobre sus sentimientos en Irlanda)
Artículo relacionado
Cruel Masters, paragraphs from Narrative of the Life of Frederick Douglass, detailing the punishments of the white masters.

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