Paul
Baumer se une al ejército
alemán al comienzo de la Primera Guerra
Mundial. Junto a sus compañeros de colegio y a pescadores frisos, granjeros
y trabajadores comunes, forman parte de los diferentes pelotones. Al llegar al frente oeste encuentran a Katczinsky, un
viejo soldado, quien se convierte en mentor de Paul. Los soldados deben sobrevivir a frecuentes combates, y
soportar los peligros y las duras condiciones de la guerra. Más que acciones
heroicas se describen las constantes amenazas del fuego de artillería, la lucha
por encontrar comida, la falta de entrenamiento y las posibilidades de morir a
cada instante.
Del libro de Erich
Maria Remarque, Sin novedad en el
frente algunos párrafos
traducidos al castellano.
Más abajo ponemos una foto de principios de siglo donde ciudadanos de Sarajevo leen sobre la anexión por parte de Austria.
Corremos agazapados como gatos, abrumados por esta ola
que nos atraviesa, que nos llena de ferocidad. Que nos ha convertido en bestias…
Párrafos
“… es de
noche de nuevo. Estamos casi paralizados por el stress, una tensión mortal que
se siente en la espina dorsal como un cuchillo filoso. Las piernas se rehúsan a
moverse, nuestras manos tiemblan, nuestros cuerpos macerados se estiran
dolorosamente reprimidos por la locura en un rugido ensordecedor. Ya no tenemos
músculos. No nos atrevemos a mirarnos por temor a algo desconocido. Apretamos
los dientes. Todo va a terminar. Tal vez sobrevivamos.
De pronto las explosiones cercanas cesan. El
bombardeo continúa pero las explosiones caen detrás de nosotros. Nuestra
trinchera está libre. Agarramos las granadas, las lanzamos adelante y corremos
detrás. El bombardeo ha cesado. Ahora viene el ataque.
Nadie creería que en esta espantosa tierra arrasada
todavía habría hombres. Pero cascos de acero aparecen por todos lados en las
trincheras y a cincuenta yardas de nosotros una ametralladora ya está en
posición y disparando.
Los alambres de púas están destrozados, sin embargo
todavía ofrecen una barrera. Vemos venir a las tropas. Nuestra artillería abre
fuego. Las ametralladoras y los rifles disparan. La carga comienza a abrirse
paso.
Haie y Kropp empiezan con las granadas. Las lanzan
tan rápido como pueden. Haie las arroja a setenta yardas. Kropp a sesenta. Esto
se midió. La distancia es importante. El enemigo no puede hacer demasiado hasta
estar a las cuarenta yardas.
Reconocemos las caras desfiguradas. Los cascos. Son
franceses. Ya han sufrido demasiado para el momento en que alcanzan los
alambres de púas. Una línea completa ha caído ante las ametralladoras nuestras.
Fueron detenidos por un momento pero ahora se acercan.
Veo a uno de ellos. Su cara hacia arriba mientras
cae en el alambrado. Su cuerpo cae pero sus manos permanecen suspendidas como
orando.
En el momento en que retrocedemos tres caras se
elevan desde el suelo. Bajo uno de los cascos un par de ojos me observan.
Levanto mi mano contra los extraños ojos y por un
momento toda la matanza da vuelta alrededor. La cabeza se eleva, una mano, un
movimiento y las granadas vuelan hacia él.
Retrocedemos dejando las bombas activadas, lo que
asegura una fiera retirada. Las ametralladoras están ya disparando desde la
próxima posición.
Nos convertimos en bestias salvajes. No peleamos,
nos defendemos contra la aniquilación. No arrojamos las bombas contra los
hombres. ¿Qué sabemos de ellos cuando la muerte viene a cazarnos? Por primera
vez vemos sus caras. Por primera vez nos oponemos. Sentimos una furia salvaje.
Ya no estamos ante el patíbulo esperando inertes. Podemos destruir y matar, y
salvarnos. Salvarnos y vengarnos.
Nos acurrucamos detrás de cada esquina, detrás de
cada barrera de alambres de púas, y lanzamos las cargas de explosivos a los
pies del enemigo que avanza. Las explosiones de las granadas nos afectan los
brazos y piernas. Corremos agazapados como gatos, abrumados por esta ola que
nos atraviesa, que nos llena de ferocidad. Que nos ha convertido en bestias,
en asesinos, sabe dios en que cosa. Esta ola que multiplica nuestra fuerza con
miedo y locura y codicia por la vida. Buscando y peleando por nada o por
nuestra salvación. Si tu propio padre viniera con ellos no dudarías en arrojarle
una bomba.
Las trincheras avanzadas han sido abandonadas. ¿Son
todavía trincheras? Han sido voladas en mil pedazos. Solo hay pedazos
destrozados de trincheras, agujeros conectados por explosiones, nidos de
cráteres, eso es todo. Pero las bajas del enemigo aumentan. No contaban con
tanta resistencia… (Sin novedad en el
frente, E. M. Remarque, 7)
Ciudadanos de Sarajevo se enteran de la anexión austríaca, 1908 |
El autor
Durante la Primera
Guerra Mundial Remarque se enroló
en el ejército, a los dieciocho años de edad. En 1917 fue transferido al frente
oeste. Fue herido por una esquirla en la pierna izquierda, el brazo derecho y
en el cuello, y repatriado a un hospital en Alemania
donde pasó el resto de la guerra.
El libro
Su fuerza no disminuyó con el tiempo. Al leerlo uno
no deja de asombrarse por su modernidad. Fue muy alabado por decir la verdad
acerca de la guerra, sus escenas vívidas de las batallas.
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