Alice Munro
No se pierdan estos párrafos de Home, un cuento de Alice
Munro. Tiene todas esas cosas que recuerdas cuando te pones a
pensar en la casa de tus padres, los cambios y las personas que vienen.
La autora regresa a visitar a su padre en la vieja
granja que conoció de niña. Para llegar al pueblo tiene que tomar tres buses.
El padre está viejo y su nueva mujer hizo algunas modificaciones a la casa…
Encontramos una foto histórica: inmigrantes alemanes en 1911.
“No espero encontrar las fotos viejas ni los
clásicos de los años 40 que leía con interés, o los libros que mamá había
comprado antes de casarse… ”
Párrafos
… Vuelvo a casa como lo hice tantas veces antes,
viajando en tres buses. El primero parte de la ciudad. Los pasajeros no se
miran, están concentrados en el tráfico de la carretera. Luego pasamos a un
segundo ómnibus. Ya está lleno de granjeros, muchos de ellos alemanes y
holandeses. Se dejan algunos paquetes o canastas en las granjas por las que
pasamos.Inmigrantes alemanes, 1911
Al llegar al pueblo nos trasladamos al tercer ómnibus. Nos sonreímos con los pasajeros que continúan conmigo, hay cierta complicidad. Es un ómnibus escolar, muy incómodo.
Esta zona está repleta de accidentes. Los chicos que
manejan demasiado rápido, los caminos de tierra, y los más grandes que conducen
tarde en la noche con las luces apagadas.
Papá y mi madrastra comentan sobre los accidentes.
Me siento con papá y mi madrastra, Irlma, en la mesa
de la cocina, tomando whisky. El perro, Charlie, a los pies de la nueva dueña
de casa. En la época en que mamá vivía no había nada de alcohol en casa. Le
había hecho prometer a mi padre que no bebería.
Los muebles de la cocina son nuevos. Aquellos que
teníamos habían sido reemplazados por muebles de plástico.
Las veces que recordaba mi hogar eran para caminar
en mi mente las habitaciones que había conocido por años. Era una casa en una
granja, pero no había sido diseñada para disfrutar del paisaje exterior. Tal
vez porque los habitantes sabían que al día siguiente tendrían que trabajar en
esos lugares, con frío o calor.
La casa había sido modificada: empapelada y con
focos y luces nuevas. No resiento estas modificaciones. Después de todo vivo en
la ciudad, ellos quieren disfrutar de más confort y pueden disponer de dinero
entre los dos para hacer lo que quieran.
No espero encontrar las fotos viejas ni los clásicos
de los años 40 que leía con interés, o los libros que mamá había comprado antes
de casarse.
Irlma no gusta de los libros. Había retirado todos los
libros para guardarlos en cajas. Opinaba que los hombres estaban mejor
empleados haciendo trabajos de carpintería y las mujeres tejiendo.
Irlma puso la mesa: habían scones, tortas y masitas.
Reconoció que estaba vieja. Antes no hubiera necesitado comprar algunas cosas.
Harry Crofton, que trabaja en el establo, pasa por
la casa el día siguiente. Se lo invita a almorzar, cosa que acepta después de
varios ruegos y pedidos. Vamos a comer bifes enharinados y cocidos al horno,
puré de papas, ensaladas de nabo y zapallos, galletas, conservas de manzana,
pastel de calabazas con dulce.
Harry pasa el mensaje: Joe Thoms le pide a mi padre
que le lleve un saco de papas. Me explican que Joe está casi ciego.
Irlma hace una broma. Le gusta hacer bromas y hacer
reír a la gente, y reírse ella misma. Irlma era gruesa y de cabellos rubios.
También puede pararse con las manos en los costados esperando pelea. Dice que
es como es porque es de origen irlandés. Además nació en un tren, y todos los
que nacen de esa forma pueden defenderse solos.
Hablan sobre la gente del lugar: Peggy y Hugh, medio
indios. Solían vivir cerca. Peggy y Joe decidieron vivir juntos, tuvieron una
gran pelea y Joe se marchó al oeste. Parece que volvieron a juntarse y Joe la
golpeó muy mal. Peggy retornó al pueblo y Joe la siguió.
Se dicen muchas mentiras sobre los indios. Muchas
cosas que se dicen son ciertas. Una y otra respondimos. Irlma y yo. Papá
decidió descansar un rato.
Papá no estaba bien. Arrastraba los pies.
Me subo al auto con papá para llevar las papas a
Joe. Me contó que no podía dormir bien estos días. Que llamaría al doctor si
empeoraba.
Al llegar al lugar nos recibe un hombre, Joe. Tiene
mi edad pero parece mucho mayor. Su piel está gastada. Una mujer enorme atiende
una olla. Era Peggy. Joe cuenta que está sorda. Está cocinando un conejo. Se
han hecho cristianos y dicen entender haber malgastado parte de sus vidas.
—Ahora entiendo porque Dios me dejó ciego. Ahora veo
su propósito.
—Vamos Joe, todo eso que dices son tonterías.
Me sorprende escuchar hablar a mi padre de esa
forma. Siempre me enseñó a ser diplomático con todos. Joe también está
sorprendido.
—Sabes que no es cierto lo que dices. Deberías leer
la biblia.
Observo a mi padre. Algo le pasó.
—La biblia es como cualquier otro libro.
Su cara indica cierta testarudez.
—Claro que no. La biblia fue escrita por dios.
Acompaño a mi padre al hospital, con un balde cerca.
Ha estado vomitando toda la noche. Cuando despertó ojeó el atlas. A pesar de
que nunca salió de Ontario conoce de países, regiones lejanas y capitales… (Adaptación
del cuento de Alice Munro)
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