The
Life of Pi
es la novela de Yann Martel, publicada en 2001. A continuación unos párrafos
para saborear su contenido.
Mi sufrimiento me dejó triste y pensativo.
Los estudios académicos y la lenta práctica de la
religión me devolvieron a la vida. He mantenido lo que la gente llama extrañas prácticas
religiosas. Después de un año de secundaria asistí a la Universidad de Toronto
e hice dos especializaciones: estudios religiosos y zoología. Mi tesis en religión
se basaba en la teoría cosmogónica de Issac Luria, el gran Cabalista del siglo XVI
de Safed. Mi tesis de zoología era sobre el análisis funcional de la glándula
tiroidea del oso perezoso de tres dedos. . .
Nunca había tenido problemas con mis compañeros de
ciencia. Los científicos son un grupo de gente amigable, trabajadora, atea, y
bebedora de cerveza cuyas mentes están preocupadas por el sexo, el ajedrez y el
beisbol cuando no están haciendo ciencia. Yo fui un muy buen estudiante, si
puedo decirlo. Estuve primero en St Michael´s por cuatro años. Obtuve todos los
premios posibles para un estudiante del Departamento de Zoología. Si no obtuve
ninguno del Departamento de Estudios Religiosos fue porque este no otorga
ninguno. …
La razón por la que la muerte se acerca tanto a la
vida no es la necesidad biológica sino la envidia. La vida es tan hermosa que
la muerte ha llegado a enamorarse de la vida, con un amor tan celoso y posesivo
que agarra lo que puede. Pero la vida salta sobre el olvido, perdiendo una o
dos cosas de poca importancia y la melancolía no es más que la sombra pasajera
de una nube. . . .
Amo Canadá. Extraño el calor de India, la comida,
las lagartijas caseras en las paredes, los musicales en la pantalla, las vacas
paseando por las calles, las multitudes gritando, aún las charlas de los
partidos de cricket, pero amo Canadá. Canadá es un gran país, con demasiado
frío, habitado por gente inteligente y compasiva con malos peinados. De todos
modos no tengo nada qué hacer en Ponchiderry.
Richard Parker se ha quedado conmigo. No le he
olvidado. ¿Me atrevería a decir que lo extraño? Bien, lo extraño. Todavía lo
veo en mis sueños. Son pesadillas mayoritariamente pero pesadillas teñidas de
amor. Tal es la extrañeza del corazón humano. Todavía no puedo entender cómo
pudo abandonarme con tan poca ceremonia, sin ningún adiós, sin mirar atrás ni
siquiera una vez. Ese dolor es como un hacha que corta mi corazón. . .
Los doctores y las enfermeras en el hospital de México
fueron increíblemente amables conmigo. Y los pacientes también, victimas de cáncer
o de accidentes de tránsito, una vez que escucharon mi historia, se acercaron a
mí, ellos y sus familias, aunque ninguno de ellos hablaba inglés y yo no
hablaba castellano. Me sonreían y me daban la mano, me daban golpecitos en la
cabeza, dejaban regalos de comida y ropa en la cama. Me hacían llorar o reír en
forma incontrolable.
Después de un par de días me pude parar, hacer uno o
dos pasos, a pesar de la nausea, el mareo y la debilidad general. Los exámenes
de sangre mostraron que estaba anémico y que mi nivel de sodio era muy alto y
de potasio muy bajo. Mi cuerpo retenía fluidos y mis piernas se hinchaban inmensamente.
Parecía que había sido injertado con un par de piernas de elefante. La orina
iba del amarillo espeso al marrón. Después de una semana pude caminar
normalmente y usar zapatos sin atarlos. Mi piel se sanó aunque conservaba
heridas en los hombros y la espalda.
La primera vez que abrí un grifo su sonoro,
superabundante y desperdiciado ruido me asombró tanto que las piernas se me
aflojaron y me desmayé en los brazos de la enfermera.
La primera vez que fui a un restaurante Indio en
Canadá usé mis dedos. El mesero me miró crítico y me dijo: “¿Recién llegado del
barco?” Me avergoncé. Mis dedos que minutos antes habían sido tenazas de sabor
antes de llegar a la boca se convirtieron en sucios ante su mirada. Se congelaron
como delincuentes atrapados en el acto mismo. Culpablemente los limpié con mi
servilleta. Este hombre no tenía idea como sus palabras me habían ofendido. Fueron
como uñas que destrozaban mi carne. Agarré los cubiertos. Casi nunca había usado
tales instrumentos. Mis manos temblaron. Mi sambar había perdido su sabor. . .
(Traducción y versión libre, los puntos suspensivos
significan que no poseo todo el libro o que no me pareció importante traducirlo)
Del inglés: The Life of Pi
Autor: Yann
Martel
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